Sandra Cuevas Nieves, alcaldesa de Cuauhtémoc en la Ciudad de México, quiso apagar la música que por 12 años ha sonado cada domingo en una de las plazas más emblemáticas de la capital del país: la Alameda de la colonia Santa María La Ribera, donde se reúnen principalmente adultos mayores de la zona para sacar sus mejores pasos de baile.
En febrero pasado, se perpetró el ataque directo al colectivo Sonido Sincelejo, liderado por Joel García, quien narró a RT que la funcionaria les cortó el suministro eléctrico de la alameda, del lado donde se instalan a tocar la música al estilo 'sonidero'.
A la vez, Cuevas Nieves prohibió la realización de este tipo bailes bajo el argumento de que la música se "escuchaba muy fuerte y había quejas de vecinos".
La acción provocó que García, junto con sus seguidores, se manifestaran con música y baile a las afueras de la casa que habita la alcaldesa –en otro de los costados de la alameda–, quien enseguida habría dado la orden de reprimir la protesta y decomisar el equipo de sonido, una colección de más de 200 discos y el material que utiliza Sonido Sincelejo para ambientar cada fin de semana en la plaza. La reprimenda terminó en enfrentamiento.
Ante los hechos, tanto el colectivo como los habitantes de Santa María La Ribera interpusieron y ganaron una demanda de amparo contra la orden de prohibir los bailes, por lo que un juez federal le ordenó a la alcaldesa Sandra Cuevas Nieves revertir la medida.
Además, se ordenó a la alcaldía Cuauhtémoc regresar el equipo decomisado aunque, de acuerdo con Joel García, solo le regresaron la mitad, "pero todo destruido", y está a la espera que le sea devuelta la otra parte. A casi tres meses de lo ocurrido, aún están en trámites.
Sonido Sincelejo
Joel García describe a Sonido Sincelejo como un grupo de personas que han trabajado por la recuperación del espacio público, no necesariamente un colectivo sonidero.
"En ese espacio había muchos indigentes, se consumían drogass y alcohol, entonces, como vecinos hacíamos patrullajes y actividades para erradicar todo eso", comenta. "Mi fuerte son los bailes para el adulto mayor", dice con orgullo. Con ellos comparte la música colombiana, tangos, danzones e incluso piezas representativas de países como Alemania o Rusia, que ha recopilado durante más de una década.
"Sonido Sincelejo –afirma– rompió con el estereotipo del ambiente sonidero tradicional porque puedo estar tocando, pero también puedo tener una galería de arte de pintura o de fotografía en el mismo espacio, así como folclor de otros países".
Asimismo, cuenta que es el único sonido en México que trabaja con la embajada de Colombia: "He traído a Los Gaiteros de San Jacinto, a Totó La Momposina, a Petrona Martínez, Orito Cantora, Yeison Landeros, eso es lo que me hace diferente a los demás".
Como gestor cultural, promueve el derecho al espacio público, a la libre expresión, a la protesta, por lo que pide que la autoridad lo proteja y le brinde lo necesario para poder llevar a cabo su actividad, "ya que es por y para la comunidad".
Sonideros: identidad cultural
Javier Cruzvillegas, especialista en derechos culturales y autor del libro "Pasos sonideros", habló para RT sobre este movimiento cuya historia se remonta entre mediados de los años 50 e inicios de la década de los 60.
"Surge ante el auge de los grandes salones de baile que, para las personas adultas y jóvenes de la Ciudad de México, se volvieron su forma de convivencia, de goce", narra.
Sin embargo, debido a que no todos tenían la posibilidad de acceder a este tipo de lugares, las fiestas se empezaron a hacer "en el patio de la vecindad, después en la calle y luego en un lugar más amplio".
Es decir, "el sonidero respondió a esta necesidad de deleite", explica el experto, para lo cual hicieron uso de su derecho al espacio público.
"Son responsables en gran medida del florecimiento y el gusto por géneros musicales en ciertos espacios de la Ciudad de México, de que nos guste la cumbia, un género más o menos lejano, al igual que la salsa", apunta el especialista.
Se conocen como 'sonideros', de acuerdo con Cruzvillegas, a aquellos dueños de grandes equipos de sonido que "ponen cumbias rebajadas", esto es, con un efecto hacen que se escuchen a un ritmo más lento.
Pero no todo queda ahí, ya que ponen su sello personal en cada canción; y es que mencionan de tanto en tanto el nombre con el que se identifican, envían saludos a los asistentes e incluso hacen bromas para amenizar el baile, todo con su voz al micrófono, pero con un efecto acorde al estilo de la música que tocan.
Además, el nombre va ligado a una delimitación territorial, como "La Changa de Tepito", "Sonido 64 de Tacuba", "Sonido Ramírez de la Candelaria Coyoacán", lo cual tiene que ver con el lugar de donde provienen los fundadores.
Finalmente, sus logotipos "son un aporte al diseño gráfico nacional", comenta el especialista, mismos que se pintan en bardas para anunciar el próximo evento o los plasman en carteles que tradicionalmente se pegan con engrudo (un pegamento típico casero) en paredes o postes.
Pero para Cruzvillegas, los sonideros también "son los fanáticos que se identifican con ese tipo de música y con esa forma de convivencia muy particular". Y también son las personas que nunca han ido a un baile, aunque les encanten.
Por otro lado, están los llamados 'cabineros' que, según explica el escritor, son los sonideros más discriminados porque no tuvieron los medios para hacerse de un equipo de sonido, de luces ni de un tráiler, pero comparten sus colecciones de música en un día festivo, por ejemplo, en el aniversario de un mercado.
Territorio 'sonidero'
"Sonido La Changa es un referente fundamental" para entender el movimiento, comenta el defensor de los derechos culturales. Su dueño, Ramón Rojo, es originario del barrio de Tepito, en la colonia Morelos de la Ciudad de México, y este año se cumplen 55 años de su fundación.
Otro Sonido icónico es El Cristalito Porfis, de Porfirio Cabrera, creado en otra colonia popular de la ciudad llamada El Peñón de los Baños.
No obstante, de acuerdo con Cruzvillegas, también ha habido grandes exponentes de los sonideros en estados como Nuevo León, Puebla, Estado de México, Morelos, Hidalgo, Querétaro, Chiapas, Yucatán, Campeche, Guerrero y Oaxaca.
Privatización del espacio público
Para Jesús Cruzvillegas, hechos como el ocurrido en Santa María La Ribera con Sonido Sincelejo, han hecho que la gente visibilice a los sonideros y las complejidades que viven actualmente, pues si bien, "no están en peligro de desaparecer, su esencia sí".
Esto como consecuencia de la privatización del espacio público, impulsada por los gobiernos locales, "y por la criminalización de todo aquello que no sea lo que genere o clientela política o ingreso".
"Se les quiere achacar la responsabilidad de la violencia y la inseguridad, pero lo único que denota el gobierno es su ineficiencia y su inoperancia, porque los responsables de la seguridad pública son ellos", agrega.
Preservar el patrimonio cultural
El Artículo 53 de la Constitución de la CDMX especifica las facultades que las alcaldías tienen, entre ellas la de "preservar el patrimonio, las culturas, identidades, festividades y la representación democrática de los pueblos, comunidades, barrios y colonias asentadas en las demarcaciones; así como el respeto y promoción de los derechos de los pueblos y barrios originarios y de las comunidades indígenas residentes en la demarcación territorial".
En el apartado sobre obra pública, desarrollo urbano y servicios públicos, refiere que las alcaldías pueden proponer y ejecutar obras para regenerar barrios "y, en su caso, promover su incorporación al patrimonio cultural, en coordinación con las autoridades competentes".