La decisión de la Administración del presidente de EE.UU., Joe Biden, de suministrar bombas de racimo a Ucrania es "un gesto de desesperación y una muestra de impotencia", así como una nueva manifestación de la agresiva política antirrusa de Washington, que pretende prolongar el conflicto hasta "el último ucraniano", declaró este sábado la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, María Zajárova.
Biden confirmó este viernes que su país suministrará a Kiev las municiones de racimo, cuyo uso está prohibido en gran parte del mundo, en el marco del nuevo paquete de asistencia militar valorado en 800 millones de dólares.
Según la vocera de la Cancillería rusa, la decisión de Washington no es más que "un intento cínico de prolongar la agonía de las actuales autoridades ucranianas sin tener en cuenta las víctimas civiles". "En Washington saben perfectamente que las 'promesas' de los 'ucranazis' acerca de que utilizarán estas armas de efecto indiscriminado 'con cuidado' y 'responsabilidad', carecen de valor. Se atacará a la población civil, como ha ocurrido cada vez que EE.UU. y la OTAN han entregado a Ucrania armamento cada vez más mortífero", recordó Zajárova.
"Un gesto de desesperación"
Asimismo, señaló que el uso de estas municiones, en Oriente Medio y en otras partes del mundo, ha demostrado que las pequeñas bombas que se dispersan pueden permanecer en el suelo sin explotar durante mucho tiempo y detonar una vez el conflicto ha terminado. Washington "compartirá plenamente la responsabilidad de las muertes causadas por las explosiones, incluidas las de niños rusos y ucranianos", agregó la funcionaria.
"La transferencia de estas submuniciones es un gesto de desesperación y una muestra de impotencia ante el fracaso de la promocionada 'contraofensiva' ucraniana. Otra 'arma milagrosa' por la que apuestan Washington y Kiev, sin tener en cuenta las graves consecuencias, pero que no tendrá ningún efecto en la operación militar especial [rusa], cuyos fines y objetivos se cumplirán plenamente", concluyó la portavoz.
- Las municiones de racimo, que se usaron por primera vez durante la Segunda Guerra Mundial, pueden emplearse en cohetes, bombas, misiles y proyectiles de artillería. Una vez lanzadas, se abren en pleno vuelo, esparciendo muchas minibombas sobre una amplia zona.
- Los críticos argumentan que, al dispersarse, estas submuniciones pueden mutilar y matar a civiles, a lo que se une el riesgo asociado a los proyectiles sin estallar, que representan un peligro durante años.
- Debido a la incidencia letal de estas armas en la población civil, 123 países adoptaron en 2008 una convención que prohíbe el uso de las bombas de racimo. 111 naciones son parte del convenio, mientras que solo 12 son firmantes.