"No hay pagos en cuotas", "A los precios de las góndolas, sume un 20 %", "Descuentos suspendidos", "Perdone las molestias, estamos remarcando precios".
Estos son algunos de los avisos colocados a las apuradas en negocios del centro de Buenos Aires y que reflejan la incertidumbre generada por la enésima crisis económica que enfrenta Argentina.
Ahora, el motivo son las elecciones primarias de candidatos presidenciales que se realizaron el domingo y que ganó el ultraderechista Javier Milei, quien lidera así la carrera rumbo a las elecciones generales, previstas para el 22 de octubre.
A la mañana siguiente, el Gobierno devaluó el peso en un 20 % supuestamente para evitar una mayor corrida cambiaria y cerrar la brecha con el dólar 'blue', que predomina en el mercado ilegal y que se toma como referencia en la economía real. La medida fue inútil.
El viernes, el precio oficial del dólar cerró a 300 pesos y el 'blue', a 600. El lunes, el oficial subió 350 pesos y el 'blue' avanzó hasta los 680. Este jueves ya vale 780 pesos. En vez de achicarse, la diferencia se amplió.
La consecuencia fue un inmediato aumento de precios de todo tipo de productos y servicios; la especulación de proveedores que prefieren esconder la mercancía para venderla más cara en las próximas semanas; y el temor y el hartazgo de una sociedad que venía sorteando una inflación anual que ya llegaba al 100 %.
Incertidumbre
Una mujer treintañera entra a un local de electrodomésticos ubicado en la peatonal y turística calle Florida. Le cuenta a RT que el sábado, un día antes de las primarias presidenciales, compró una lavadora en cuotas, porque solo de esa forma podía pagarla.
"También necesito una heladera porque la que tengo no da para más, pero dudé mucho y ahora me arrepiento. La debería haber comprado también el sábado, pero la voy a comprar ahora, en cuotas. Aunque ya aumentó de precio, me conviene porque van a seguir subiendo", dice resignada y con su tarjeta de crédito en mano.
En solo tres días, la heladera que eligió pasó de 180.000 a 230.000 pesos. Pero tiene suerte, porque en ese local, a diferencia de otros, siguen vendiendo productos a seis o 12 meses.
La tensión en las calles es latente. Se nota, por ejemplo, en "los arbolitos", como se conoce a los promotores del dólar 'blue' que abundan en el microcentro y que ofrecen sus servicios a viva voz. "Cambio, cambio", es el latiguillo que repiten todo el día para atraer a turistas que quieren sacar más rédito de sus dólares.
Pero en estos días actúan de manera más discreta. O, de plano, limitan sus operaciones en la calle y concentran la compra y venta a través en mensajes de Whatsapp y envío de motos que llevan y traen pesos y dólares. "Es muy riesgoso estar ahora en el centro, hay muchos operativos", explica un "arbolito".
Los microempresarios sufren la especulación, que es una norma en cada crisis. "Ayer los proveedores me suspendieron los pedidos que había hecho de aluminio y vidrio, no tengo material para trabajar", cuenta el dueño de una fábrica de puertas y ventanas.
Confusión
El efecto más evidente en cualquier tipo de negocio es la remarcación. Cifras tachadas o escritas unas sobre otras se pueden ver sobre todo en los supermercados y en los kioscos de golosinas.
La confusión es tal, que los precios cambian de una cuadra a otra. Un litro de leche o una barra de chocolate pueden valer más o menos según lo dispongan los propietarios de los negocios que usan el dólar 'blue' como referencia.
Y el dólar 'blue' no para de subir. El impacto más fuerte de esta semana postelectoral serán las ventas de juguetes por el Día de la Niñez, que se celebra el próximo domingo, ya que los comerciantes temen que sean menores a las del año pasado.
Los que ya sufrieron un impacto inmediato son los inquilinos de propiedades que, de por sí, ya venían golpeados por el descontrol de un mercado que desde hace décadas se maneja en dólares. Con la devaluación, los alquileres aumentaron esta semana entre un 20 % y un 30 %, mientras los salarios permanecen inmóviles.
La crisis ya está instalada. El desasosiego ciudadano persiste porque todavía faltan dos meses para las elecciones presidenciales; tres para la segunda vuelta, si es que hay; y cuatro para que asuma un nuevo Gobierno que recibirá a un país con inflación, deuda, devaluación y pobreza récord, y al que la sociedad le exigirá respuestas inmediatas.