No le teme a las controversias. Es capaz de subir disfrazada a la tribuna del Congreso para llamar la atención. En sus discursos predominan los gritos e insultos. Es una de las críticas más tenaces del presidente Andrés Manuel López Obrador. Y, en tiempo récord, se convirtió en la candidata de la derecha para las elecciones presidenciales del próximo 2 de junio de 2024 en México.
Su postulación estuvo rodeada de polémicas y denuncias de anomalías, ya que el opositor Frente Amplio por México, integrado por los partidos Acción Nacional (PAN), Revolucionario Institucional (PRI) y de la Revolución Democrática (PRD) ni siquiera culminó el proceso interno que había diseñado supuestamente para democratizar la contienda.
"Xóchitl va a ser la candidata, ya está decidido por la cúpula, por la oligarquía", advirtió una y otra vez López Obrador al denunciar que la elección interna de "los conservadores", como define a los opositores, solo era una simulación.
Pero fue precisamente él quien, de manera involuntaria, impulsó a la senadora. Lo hizo al confrontar directamente con ella y nombrarla en sus conferencias de prensa, al convertirla en su antagonista.
El momento clave fue el pasado 12 de junio, cuando la senadora acudió a Palacio Nacional para exigir el derecho de réplica que le había otorgado un juez. Quería entrar a la conferencia del presidente, quien la había acusado de querer eliminar planes sociales, algo que ella no había dicho.
Gálvez hizo uno de los tantos "shows" por los que es conocida: llegó en bicicleta, tocó los inmensos portones de la sede presidencial, obedeció las indicaciones de fotógrafos y camarógrafos que buscaban el mejor ángulo, habló con los periodistas.
Las puertas de la sede presidencial permanecieron cerradas, pero la publicidad que obtuvo fue invaluable. A partir de ese momento, anunció que ya no quería ser candidata a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, sino a la presidencia. Menos de tres meses después, lo consiguió.
Escándalos
La postulación de Gálvez le dio aire a la oposición, que avanzaba desorganizada y debilitada por completo a la cita electoral de 2024.
Diversas encuestas mostraron que podía ser competitiva y disputar la presidencia al candidato o candidata que el oficialista Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), el partido fundado por López Obrador, designará la próxima semana.
La prensa opositora se ilusionó y ensalzó su figura. Habló de la "Xóchitlmanía" y operó para que el resto de sus rivales en la contienda interna declinaran sus candidaturas. Al final, en medio de denuncias de fraudes y traiciones internas en el Frente Amplio por México, quedó como "candidata única".
Su breve campaña de estos dos meses y medio estuvo rodeada de escándalos. Primero se descubrió que varias de sus empresas no estaban incluidas en su declaración patrimonial. Luego se develaron millonarios contratos que había obtenido durante varios gobiernos y se abrieron incógnitas sobre su verdadero nivel de riqueza.
Las controversias no cesaron. Por ejemplo, se granjeó fuertes críticas por publicar 'spots' en los que, gracias a la inteligencia artificial, aparecía con la piel más clara. O por proponer que los trabajadores se pagaran sus servicios médicos privados y al asegurar que en el sur del país no estaban acostumbrados a trabajar ocho horas seguidas "porque no es su cultura".
También afirmó que una de sus medidas para reducir la violencia sería cancelar la venta de "micheladas" (una popular bebida que mezcla cerveza, limón y sal) y que, en materia de seguridad, retomaría "experiencias exitosas" del expresidente Felipe Calderón, a pesar de que su Gobierno dejó un saldo de cientos de miles de víctimas y de que varios de sus funcionarios están procesados por complicidad con el crimen organizado.
En el medio, López Obrador insistió en criticarla a diario en sus conferencias de prensa. La propaganda permitió que la senadora siguiera copando los titulares y espacios en la prensa y en las redes sociales. Al presidente, en tanto, sus dichos le valieron sanciones de las autoridades electorales, que lo acusaron de ejercer "violencia política de género".
Por eso, de manera irónica, la senadora le agradeció por haberse erigido en su "jefe de campaña".
¿Quién es?
Nacida en 1963 en el estado de Hidalgo, Gálvez proviene de una familia de bajos recursos, sus padres tienen raíces indígenas y, de acuerdo con la narrativa que repite cada tanto, pasó de vender gelatinas en los mercados para poder estudiar, a convertirse en una millonaria mujer de negocios.
Una vez graduada como ingeniera por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Gálvez, quien suele vestir huipiles, una ropa tradicional de algunos pueblos indígenas, se convirtió en empresaria tecnológica.
Así se mantuvo hasta que, en el año 2000, Vicente Fox, el político de derecha que rompió con la hegemonía de siete décadas de gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI), organizó una "caza de talentos" en el ámbito empresarial para formar su gabinete.
Gálvez fue una de las elegidas. Asumió como titular de la Oficina para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, organismo que, a la larga, se convertiría en el actual Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas.
Terminado el sexenio de Fox, la ingeniera volvió a su carrera privada por un breve lapso. En 2010, retomó la política y se postuló a la gubernatura de Hidalgo, su estado natal. Aunque perdió, obtuvo un nada desdeñable cosecha de 47 % de los votos.
Mediática
Aún sin ocupar cargos, Gálvez jamás dejó de ser un personaje mediático, ya que la prensa la consultaba de tanto en tanto. Además, en 2012 quedó envuelta en un caso que conmocionó a la opinión pública cuando su hermana, Jacqueline Malinalli Gálvez, fue arrestada luego de que la justicia la imputara como integrante de una banda de secuestradores.
En 2015, la senadora volvió a someterse a las urnas y compitió para la jefatura de la delegación Miguel Hidalgo, uno de los distritos más ricos de la Ciudad de México.
Entonces sí, ganó. Y se mantuvo en ese puesto hasta que en 2018 obtuvo una senaduría. Ya desde su curul, tuvo una activa participación en los debates parlamentarios. De manera paralela, se transformó en una "denunciadora serial" contra el Gobierno de López Obrador.
En los últimos cinco años, ha sido una de las políticas más visibles del Congreso. A fines de 2022, por ejemplo, hizo historia al subir al estrado vestida con un disfraz de dinosaurio para protestar contra la reforma electoral que promovía el presidente. "Jurassic plan", decía el letrero que mostraba y que hizo las delicias de la prensa.
En abril pasado protagonizó otro momento memorable al encadenarse a la silla de la presidencia del Senado, con el objetivo de evitar que se realizara la sesión que el oficialismo había convocado para aprobar una serie de reformas.
Gálvez es uno de los personajes favoritos de la prensa, también, porque es garantía de declaraciones escandalosas que incluyen exabruptos. "Ningún cabrón me puso aquí" y "a mí ningún macho me va a doblar" fueron algunas de sus respuestas cuando el presidente la calificó "títere" y aseguró que "la oligarquía" ya había decidido que ella fuese la candidata presidencial de la oposición.
"Gané la apuesta: se los dije", presumió López Obrador el jueves, cuando ya se había confirmado la candidatura que él tanto vaticinó.