"El deterioro de las relaciones chino-estadounidenses se volvió una tendencia hace mucho", señaló Iván Timoféyev, director del programa del club de discusiones Valdái, en un artículo publicado la semana pasada.
De acuerdo con el politólogo, aún en las décadas de 1990 y 2000, en el contexto del auge del comercio entre los dos países, se manifestaron las discrepancias sobre cuestiones específicas, como los derechos humanos. Durante la presidencia de Barack Obama, las relaciones bilaterales "se vieron eclipsadas a la luz del giro de EE.UU. a Asia, la situación en el mar de la China Meridional e incidentes aislados en el entorno digital". Luego, cuando Donald Trump llegó al Despacho Oval, tomó una línea dura hacia Pekín, "expresando directamente toda una lista de reclamaciones hacia China".
En especial, el sector tecnológico se convirtió en el "frente clave" de confrontación entre EE.UU. y China. "La línea común de Washington presupone la restricción del acceso de las compañías chinas a las tecnologías de EE.UU. y sus aliados", destaca Timoféyev, explicando que pueden ser utilizadas para la modernización en ámbitos tanto civiles como militares. Además, constata que el actual mandatario estadounidense, Joe Biden, continúa el rumbo de su predecesor, lo que confirma la "falta de discrepancias críticas interpartidarias respecto a las relaciones con China".
Como ejemplo, el experto presta atención a la orden ejecutiva de Biden, firmada en agosto, que prohíbe o restringe invertir en la industria china de chips, tecnologías de información cuántica y ciertos sistemas de inteligencia artificial (IA). Esta orden impone el estado de emergencia debido a que ciertos países, China incluida, "utilizan el acceso a las tecnologías civiles de EE.UU. para desarrollar su complejo industrial militar", indica.
Según Timoféyev, la orden implica dos novedades. En primer lugar, los Departamentos de Estado y Comercio de EE.UU. tienen que hacer una lista de personas físicas y jurídicas vinculadas con el sector de altas tecnologías y procedentes de países que sean motivo de "preocupación", lo que incluye a Pekín. En segundo lugar, "los ciudadanos estadounidenses tendrán que notificar a las autoridades sobre ciertas transacciones con estas personas", mientras que haya tipos de transacciones que estén prohibidas.
En particular, el 22 de septiembre el Comercio de EE.UU. estableció un conjunto de reglas que prohíbe invertir dentro del sector de los chips en países que sean motivo de "preocupación", China incluida. La medida estará vigente durante 10 años y se aplica a los receptores de ayuda gubernamental en virtud de la Ley de Ciencia y Chips, firmada en agosto pasado.
Estas reglas restringen para los receptores de ayuda estatal (por un valor total de 52.700 millones de dólares) el acceso a ciertos estudios conjuntos y el licenciamiento de tecnologías en los mencionados países extranjeros, al tiempo que clasifican a los semiconductores como críticos para la seguridad nacional de EE.UU. En caso de violación de esas normas, las autoridades podrán recuperar toda la ayuda destinada a la compañía que haya incumplido.
Escalada paulatina "da tiempo a Pekín para prepararse para un peor escenario"
No obstante, "la intensidad de las sanciones de EE.UU. contra China es incomparable con el volumen de las restricciones estadounidenses contra Rusia", constata Timoféyev. En particular, el número de ciudadanos chinos que están bajo sanciones financieras de bloqueo se mide en decenas, mientras que la cifra de tales personas rusas ya supera las 1.700. Washington también logró crear una "coalición de aliados de sanciones" contra Moscú, mientras que hacer lo mismo con Pekín es más complicado.
Además, pese a la "resonancia mediática", los controles de exportación hacia China son "insignificantes" en comparación con los que se le imponen a Rusia. Por ahora, las medidas antichinas se limitan a restricciones contra compañías tecnológicas y una lista de empresas militares. Entre tanto, EE.UU. prohibió enviar a Rusia casi todos los bienes de doble uso, cientos de denominaciones de productos industriales, productos electrónicos y electrodomésticos, e impuso restricciones de importación rusa y transporte, señala el analista.
Sin embargo, "no hay garantías de que Pekín no afrontará un escenario similar en el futuro". De acuerdo con Timoféyev, en el 2016 las publicaciones sobre posibles restricciones de EE.UU. contra China "parecieron un escenario poco probable", pero la situación actual "difiere considerablemente de aquella realidad".
"EE.UU. y China se basan en el carácter irreversible de la confrontación, pero por sus razones retrasan su agudización, lo que no significa que tarde o temprano no ocurrirá el deterioro dramático de relaciones", opina el experto. "Mientras, se van acumulando paulatinamente las medidas restrictivas, una de las cuales fue la nueva orden ejecutiva de Biden. El carácter paulatino de la escalada da tiempo a Pekín para prepararse para un peor escenario", concluye.