El conflicto de Palestina es una etapa más de un proceso de realineación mundial que comenzó a principios de siglo, opina Fiódor Lukiánov, editor jefe de la revista Russia in Global Affairs y presidente del Consejo ruso para la Política Exterior y de Defensa.
Las guerras en el Cáucaso meridional, Europa oriental y ahora Oriente Medio acompañan los cambios político-económicos del mundo. El sistema de relaciones establecido con la desaparición de la URSS y la estructura bipolar no lograron neutralizar "minas" de larga data que ahora se están dando a conocer.
Tras regresar de su visita a Israel, Joe Biden afirmó en un discurso a la nación el pasado 19 de octubre que el movimiento palestino Hamás y el presidente ruso, Vladímir Putin, comparten "el deseo de destruir completamente las democracias vecinas". La jefa de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, pronunció un discurso idéntico el día siguiente. En opinión del experto, estos testimonios indican que Occidente ha iniciado una movilización política e ideológica. Se trata de evitar una mayor erosión de la jerarquía internacional que se ha desarrollado bajo los auspicios de Estados Unidos.
Como señala Lukiánov, combinar los desafíos multidireccionales en uno solo es un intento de simplificar el panorama y recrear la apariencia de la Guerra Fría: democracias frente a autocracias, el polo del bien frente al polo del mal. Hasta ahora, el intento de recrear un modelo típico de confrontación solo ha sido aceptado por una de las partes, pero en el otro lado no hay ningún 'polo', sino un amplio conjunto de países, pueblos y organizaciones que se guían por sus propios intereses y no se reúnen en asociaciones vinculantes.
Tensión interna
Lukiánov destaca que el conflicto palestino ha puesto de manifiesto dos líneas de división: en la escena mundial y dentro de Occidente. "En EE.UU. y Europa, el 'establishment' se ha puesto claramente del lado de Israel, y la opinión pública está, cuanto menos, diversificada", indica el experto.
"La simpatía por la causa palestina es inherente a la parte liberal de izquierdas de la sociedad occidental, que constituye la base ideológica del Occidente moderno. Sin embargo, ante la necesidad de consolidación, el 'establishment' occidental se decanta por su tradicional aliado político-militar", asevera Lukiánov.
El experto también apunta a la composición demográfica de las sociedades occidentales, en las que crece el número de musulmanes y árabes. Por eso, como explica Lukiánov, mientras que antes los Gobiernos de Francia, Alemania o Canadá podían adoptar una postura claramente proisraelí sin temor a repercusiones políticas, ahora es cada vez más difícil no tener en cuenta la opinión de los partidarios de Palestina.
El plasma geopolítico
El orden internacional adopta una forma extraña, que Lukiánov denomina "semipolar". Por un lado, existe una comunidad de países cultural e históricamente próximos que luchan por evitar una revisión de la Guerra Fría. Lukiánov apunta que la tarea de esta consolidación no es solo externa, sino también interna. "El número de contradicciones sociopolíticas dentro de los Estados de la comunidad occidental es cada vez mayor. La necesidad de una amenaza unificadora desde el exterior es comprensible", afirma el experto. Como indica, esto crea el inusual fenómeno de unirse en torno a una "guerra ajena", con la garantía de que nunca se va a participar directamente en ella.
Por otro lado, razona Lukiánov, hay varios países que no están unidos en ningún polo común, pero tampoco constituyen polos por separado.
"Las esferas modernas de influencia/atracción son algo completamente diferente de lo que conocemos por la historia. El principio de jerarquía, la simple supresión de los más débiles por los más fuertes, no funciona en una situación de compleja asimetría de relaciones y relaciones multidireccionales", subraya.
En este sentido, Occidente sigue siendo el único grupo de Estados con un sistema de subordinación operativo. A la cabeza de la jerarquía se encuentra Estados Unidos, que por el momento ha consolidado su dominio, pero precisamente dentro de su 'polo'.
Estos países no están dispuestos a unirse a Occidente, pero tampoco a oponerse a él. De acuerdo con Lukiánov, aceptan de buen grado la cooperación favorable con Occidente, pero no tienen intención de observar subordinación y seguir una línea única.
Lukiánov concluye que el estado del entorno internacional actual es un semipolo rodeado por una especie de "plasma geopolítico". Esta sustancia es inestable y transitoria, aunque la transición puede ser larga. Como resume el politólogo, un posible desenlace de esta situación es una escalada de la rivalidad entre grandes potencias, por ejemplo, a medida que aumentan las tensiones entre Estados Unidos y China. No obstante, es probable que esta rivalidad tenga el carácter de una guerra 'proxy', y que "el peligro, sin embargo, venga de la sobrecarga interna si no se puede gestionar con los métodos descritos y se sale de control.