El ataque sorpresa del movimiento islámico Hamás, a comienzos de octubre, tenía como objetivo no solo matar y capturar a israelíes, sino también provocar una conflagración que azotaría la región y conduciría a un conflicto más amplio, según un reciente informe del diario The Washington Post (WP).
Funcionarios de inteligencia y seguridad de cuatro países occidentales y de Oriente Medio, entrevistados por el medio, afirmaron que el movimiento palestino tenía la intención de "asestar un golpe de proporciones históricas". Una nota, recuperada del cuerpo de un combatiente de Hamás, decía: "matar a tantas personas y tomar tantos rehenes como sea posible". Muchos de ellos estaban equipados con bombonas de gas, esposas y granadas termobáricas, capaces de provocar gran daño.
Sus militantes estaban preparados para ir aún más lejos. Si bien algunas tropas de choque de Hamás solo lograron cubrir aproximadamente la mitad de la distancia entre la Franja de Gaza y Cisjordania, información, mapas y nuevas pruebas, indican que algunos de ellos tenían instrucciones de adentrarse aún más en Israel si la primera ola de ataques tenía éxito. Llevaban suficientes alimentos, municiones y equipo para varios días y su propósito era, potencialmente, atacar las grandes ciudades israelíes.
Hamás estaba dispuesto a aceptar grandes pérdidas a cambio de frustrar los esfuerzos por normalizar las relaciones entre Israel y los Estados árabes, según funcionarios de inteligencia y expertos en contraterrorismo.
Más de un año de preparación
Los servicios de inteligencia calculan que Hamás planificó su incursión durante más de un año. Durante ese periodo, sus combatientes realizaron simulacros y ejercicios militares en Gaza, sobre y bajo tierra, usando rifles, pistolas lanzagranadas propulsadas por cohetes y proyectiles termobáricos. Al mismo tiempo, examinaron cuidadosamente sus objetivos potenciales.
Las actividades de reconocimiento se realizaron desde múltiples frentes. Mediante el uso de drones de vigilancia baratos se generaron mapas de las ciudades e instalaciones militares israelíes. Además, obtuvieron información adicional de trabajadores de Gaza con permiso para ingresar a Israel, y de fotografías de bienes raíces y publicaciones en redes sociales que revelaban la distribución de edificios y casas.
"La recopilación de inteligencia no fue particularmente sofisticada, pero sí metódica [...]. Su inteligencia sobre el terreno fue mucho mejor que cualquier cosa que los iraníes pudieran haberles dado", comenta Ali Soufan, exfuncionario del FBI y fundador de una consultora de seguridad privada, que trabaja en estrecha colaboración con los Gobiernos de Medio Oriente.
"Engañando a Israel a nivel estratégico"
Los planes precisos sobre cómo y dónde atacarían las tropas de choque de Hamás estaban restringidos a un pequeño círculo de planificadores militares de élite. Los detalles más cruciales parecen haber sido ocultados incluso a sus líderes políticos, a Hezbolá y a los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica. Entretanto, otros dirigentes de la organización se ocuparon de engañar a los servicios de inteligencia israelíes con una falsa sensación de seguridad, reforzando la idea de que Hamás no buscaba un conflicto sangriento, y fomentando una relativa calma en la frontera suroeste israelí.
Las distracciones y artimañas funcionaron. Tanto el armamento como los entrenamientos de los equipos de asalto de Hamás fueron en gran medida ignorados. Además, si bien la vigilancia israelí continuaba, las comunicaciones de Hamás sucedían a través de canales inaccesibles o incomprensibles.
"Estaban engañando a Israel a nivel estratégico, usando radios portátiles, redes de cables terrestres en los túneles y otras comunicaciones que no podíamos escuchar, mientras usaban códigos en las llamadas redes abiertas, que sabían que estábamos escuchando. Estaban creando una realidad alternativa", dijo Eran Etzion, exsubdirector del Consejo de Seguridad Nacional de Israel.
Finalmente, la incursión del movimiento palestino Hamás en territorio israelí sucedió el 7 de octubre. Fueron lanzados al menos 3.000 cohetes en las primeras horas de la mañana, y se dio la orden a miles de hombres para que se infiltraran en la frontera. Utilizaron drones para cegar sensores fronterizos y puestos de ametralladoras automatizadas; atravesaron unos 30 lugares a lo largo de la frontera, y en cuestión de minutos, invadieron bases militares y las ciudades más cercanas. La incursión terminó con el saldo de unos 1.200 israelíes muertos y alrededor de 240 civiles secuestrados, que fueron llevados a la Franja de Gaza, según datos de Israel.