A raíz del bicentenario de la Doctrina Monroe, las naciones latinoamericanas hoy en día la recuerdan con voz de rebeldía y de denuncia. Se trata de una política estadounidense implementada por el quinto presidente de EE.UU., James Monroe, en contra del colonialismo europeo.
La doctrina fue usada a lo largo del tiempo para justificar la injerencia de Washington en los países de América Latina y el Caribe, especialmente en Cuba.
"Cuba era una colonia española, pero había crecido en una interrelación con EE.UU. desde principios del siglo XVIII. Hacia 1823, Cuba era el tercer socio comercial de EE.UU. después de Gran Bretaña y Francia. A su vez, Cuba, por su situación geográfica, constituía un escenario fundamental para los intereses económicos de EE.UU. hacia Sudamérica", explicó el historiador Ernesto Limia.
Para muchos políticos estadounidenses era la frontera sur soñada, un punto estratégico para sus aspiraciones en Sudamérica. Fue en 1902 cuando permitieron la fundación de una república encadenada mediante la Enmienda Platt, que les permitía intervenir en suelo cubano cuando estimaran pertinente. Sobrevino una neocolonia en términos políticos y económicos.
El triunfo de la Revolución cubana liderada por Fidel Castro puso punto final a esa situación. Una de las primeras medidas fue la nacionalización de importantes empresas estadounidenses.
La reacción de Washington es más que conocida. Un bloqueo de décadas que le ha costado a la isla hasta el día de hoy más de 150.000 millones de dólares, aunque en términos de sufrimiento, escasez y frustración el costo es invaluable.