¿Cuál es el futuro de los procesos de integración en América Latina?
El año en curso ha sido uno de puntos de inflexión para la integración latinoamericana. La vuelta al poder de Lula da Silva en Brasil, gran partidario de unir a los países de la región bajo un marco común, así como la victoria de líderes progresistas en ciertas naciones crearon un contexto internacional favorable para consolidar esa integración.
Sin embargo, las posibilidades de lograr avances serios dentro de las principales agrupaciones de integración regionales se están reduciendo. Las diferencias internas siguen creciendo en Mercosur debido a los problemas para concluir un acuerdo con la Unión Europea. La Celac aún no ha adquirido una estructura organizativa suficiente como para hacer realidad sus planes. Y la idea de reactivar Unasur, a pesar del regreso de algunos países a ella, sigue siendo solo una intención.
Además, la semana pasada se cumplieron cinco años de la toma de posesión de otro partidario de la integración, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, cuyo sucesor podría no simpatizar con ese proyecto.
Sobre los éxitos y fracasos de AMLO en sus intentos de unir a la región, así como sobre el estado actual y los problemas estructurales de las principales asociaciones de integración, habló con RT Ksenia Konovalova, experta en integración latinoamericana, doctora en ciencias históricas y profesora de la Universidad Estatal de San Petersburgo.
¿Cómo ha cambiado la situación en los últimos cinco años?
Según Konovalova, los últimos cinco años han coincidido con otra fase de transición en la integración latinoamericana. "Se resume en las dudas sobre la eficacia y conveniencia de un tipo de regionalismo que los estudiosos suelen denominar posliberal o poshegemónico", indicó.
Sin embargo, con la victoria electoral de las fuerzas de derecha a fines de la década de 2010, ese regionalismo comenzó a perder relevancia, porque sus iniciadores —líderes y partidos de izquierda— "fueron derrotados sin asegurar la sostenibilidad de sus emprendimientos de modernización social". "Los líderes de centroderecha que llegaron al poder, y luego líderes más radicales como Jair Bolsonaro, no creyeron en una integración profunda en el Mercosur o en el foro panlatinoamericano Celac; la crisis política interna en Venezuela hizo que el Alba perdiera dinamismo y que la Unasur colapsara", recuerda la especialista en política exterior.
Pero, por otro lado, como muestran las encuestas sociológicas, el nivel de apoyo público a la integración siguió siendo alto. En este sentido, indica que, ya en la década de 2020, con las secuelas de la pandemia del coronavirus o la guerra de sanciones entre los países euroatlánticos y Rusia y China, los gobiernos, independientemente de su orientación ideológica, "han tenido el imperativo de utilizar la integración para mitigar la gravedad de los nuevos retos".
Como consecuencia de este panorama surgieron dos tendencias paralelas. En primer lugar, la popularización de una integración flexible y funcional sin una "superestructura política". Entre las principales alianzas, esto ha creado oportunidades para la Alianza del Pacífico, por ejemplo. También han surgido formatos innovadores, como la idea de una alianza estratégica mexicano-argentina para la producción de vacunas contra el covid-19.
Esto también ha dado una "segunda oportunidad" a las estructuras abandonadas del regionalismo posliberal. "Así, en noviembre de 2022, un nutrido grupo de políticos y expresidentes publicaron una carta abierta pidiendo la revitalización de Unasur y el fortalecimiento de la Celac para que la región tuviera voz en un mundo cada vez más enfrentado y fragmentado", comenta.
¿Qué proyectos han cobrado impulso y cuáles se han debilitado?
"Ni la integración funcional ni lo que queda de la fase del regionalismo posliberal pueden superar todavía por igual la dura prueba de resistencia de la década de 2020. Esto afecta tanto a cuestiones aplicadas, incluida la realización de la soberanía en materia de sanidad o la disponibilidad de fertilizantes para la agricultura, como a cuestiones estratégicas generales, por ejemplo que América Latina o sus subregiones formen su propia voz independiente en un mundo que avanza hacia la destrucción del transnacionalismo, las instituciones universales y las reglas del juego, hacia la confrontación de potencias y bloques", sostiene la experta en política exterior.
¿Qué objetivos logró AMLO y cuáles no?
Konovalova cree que el gobierno de AMLO sí insistió en la necesidad de que México diera un giro a su entorno latinoamericano. Su actual ministra de Asuntos Exteriores, Alicia Bárcena, afirmó que "México tiene un alma latinoamericana... donde nos sentimos más cómodos es en Latinoamérica". En términos de logros, el México de AMLO ha contribuido seriamente al renovado impulso de la integración en la década de 2020.
"En primer lugar, con AMLO se sacó a Celac de la anabiosis y se celebró la primera cumbre pospandemia en 2021, tras un paréntesis de tres años. En segundo lugar, bajo AMLO, México se convirtió en el terreno de unión de los políticos progresistas de América Latina, a través del Grupo Puebla creado en 2019", recuerda.
En una de las reuniones del grupo en 2023, AMLO fue llamado "el pionero del movimiento progresista en América Latina", probablemente dando a entender no solo que, al haber ganado las elecciones de 2018, fue el impulsor de la última "marea rosa", sino también que da un gran apoyo moral y político a todos los líderes progresistas.
Como otro punto importante, la experta menciona el desarrollo de los lazos de México con "los gigantes sudamericanos": la Argentina de Alberto Fernández y el Brasil de Lula da Silva. En su opinión, incluso la mera retórica sobre la formación de un "eje estratégico" México-Argentina-Brasil puede calificarse de revolucionaria, porque normalmente México se percibía como una especie de contrapeso a Brasil y otros centros sudamericanos en los planes de integración.
En términos de problemas, indica, el principal fue la "falta de voluntad" del presidente mexicano, a pesar de su credibilidad para los progresistas, de trabajar consistentemente en la profundización de la integración latinoamericana. La regla de AMLO de que "la mejor política exterior es la interior" también se aplica a América Latina. "Por un lado, esto limitó la implicación práctica de México en el desarrollo del continentalismo. La Celac nunca tuvo una secretaría ni un secretario general. Por otro lado, erosionó la idea misma del continentalismo como base de la autonomía colectiva de América Latina en los asuntos mundiales", precisa.
Paradójicamente, al oponerse a la OEA y a la Celac, AMLO expresó sus planes de ampliar y restablecer la integración mediante la participación de Estados Unidos y Canadá. "A Justin Trudeau y Joe Biden, les propuso la creación de algo parecido a una 'Unión para el Progreso'. Tales paralelismos históricos, claramente no solo expresados en aras de bonitas palabras, sino también fruto de los lazos demasiado estrechos de México con el escenario geopolítico norteamericano, alejan de los objetivos de la unidad soberana latinoamericana", explica Konovalova.
¿Cuáles son las perspectivas de Celac?
Konovalova considera que la Celac es ahora el único bloque pancontinental con la participación de todos los principales actores latinoamericanos. En este sentido, señala que el grupo "entiende el valor de desarrollar respuestas comunes a los retos estratégicos", incluyendo la recuperación pospandémica, la construcción de infraestructuras en la región, y garantizar la seguridad alimentaria y energética. Sin, embargo, precisa que hay varios "peros".
Además, según la especialista, existen muchas contradicciones internas, reales y potenciales en el seno de la Celac. Algunas se refieren directamente a la integración, con gobiernos y dirigentes en desacuerdo al respecto, mientras que otras se derivan de tensiones interestatales de fondo.
¿A qué se debe la falta de progreso en los formatos de integración?
"Creo que la mayoría de las razones no son específicas del presente, sino permanentes. Se trata, por ejemplo, de la reticencia histórica y la falta de voluntad de los países a compartir la soberanía nacional para construir estructuras supranacionales o incluso una simple integración intergubernamental en ámbitos sensibles como la seguridad o la estabilidad democrática", sostiene Konovalova.
"Es también el alto papel de la política, la politización de la integración. En América Latina, la integración se ha desarrollado históricamente de arriba hacia abajo, desde los gobiernos hacia todos los actores de la sociedad civil y las entidades económicas. Por lo tanto, para que la integración funcione se requiere, en primer lugar, voluntad política y la coherencia de esas voluntades de varios gobiernos. Cada elección conlleva un cambio de coyuntura política, y esto afecta a la integración", agrega.
También está la Alianza del Pacífico, que siempre se ha posicionado como "una estructura libre de lemas ideológicos", y no ha podido evitar la política. A finales de 2022 e inicios de 2023, el grupo vivió "el difícil trance político" tras la polémica renuncia de Pedro Castillo en Perú. El Gobierno de AMLO se opuso entonces frontalmente a entregar la presidencia a la administración de Dina Boluarte, a la que consideraba una dirigente ilegítima, recuerda.
Entre otras razones menciona aquellas relacionadas con el contexto mundial. Entre ellas, la creciente popularidad del proteccionismo, que afecta tanto al Mercosur como a la Alianza del Pacífico, a la que Ecuador no logró incorporarse en 2023 por desacuerdos arancelarios.
"Otro obstáculo importante para la integración es el déficit de liderazgo. América Latina cuenta tradicionalmente con un grupo de potencias líderes con sus propios diseños para las organizaciones multilaterales, y no sólo pueden competir entre sí, sino que también carecen del apoyo sostenido de los actores de menor jerarquía", afirma.
¿Qué alianzas de integración tienen las mejores perspectivas?
Según la entrevistada, "casi todos los grupos dirigentes tienen oportunidades para demostrar su valía en el difícil periodo actual", en el que crecen las apuestas en el juego del reformateo geopolítico del mundo, aunque también existen obstáculos para aprovecharlas.
En este sentido, describe cómo en los últimos cinco años "ya hemos sido testigos de varias sensaciones que parecían dar al regionalismo un impulso extraordinario", pero los resultados han sido más modestos de lo esperado.
En general, Konovalova considera que en el futuro próximo "no debemos esperar un fuerte aumento de algunas asociaciones y un descenso de otras". "La integración se desarrollará más o menos en la lógica de los últimos cinco años, de intensidad media, con abundantes declaraciones y reuniones, pero sin esperanzas reales de cambiar la situación dentro de los países y para los países en el ámbito internacional", concluye.