El Año Nuevo llegó a Moscú y sus alrededores con una inesperada ola de frío que hizo a sus residentes volver a glorificar la potente calefacción central, y a las autoridades locales decretar una alerta naranja. Los termómetros marcan más de 20 grados bajo cero de día y la noche del miércoles al jueves las temperaturas bajaron hasta -27 °C.
La última vez que en la capital rusa hacía tanto frío el 4 de enero fue hace más de 40 años, en 1982, cuando se registró -27,7 °C, indicó el meteorólogo Mijaíl Leus, del centro Fobos.
Además de dejar a los moscovitas que osaron salir a la calle esta semana —que es festiva— con los rostros enrojecidos, las extremidades 'petrificadas' y la respiración entrecortada, el repentino descenso de las temperaturas también dejó unos impresionantes efectos visuales.
Algunos afortunados fueron testigos de un arcoíris invernal, fenómeno óptico conocido como efecto halo generado por los cristales de hielo en las altas capas de la troposfera a entre 5 y 10 kilómetros de altura.