No solo los bombardeos israelíes hacen insoportable la vida de los palestinos en la Franja de Gaza: también el hambre, la falta de agua potable, la escasez de medicamentos, las lluvias y el frío.
"Hoy en día quien tiene un trozo de techo que le protege se siente como un rey", dice Kayed Hammad, de 60 años y con cuatro hijos, que decidió quedarse en el norte de la Franja de Gaza a pesar de que el Ejército israelí ordenó en octubre la evacuación hacia el sur. "No pienso ir al sur porque lo están pasando mucho peor", comenta a RT.
En la primera semana de los ataques -hace más de 100 días-, Hammad, que normalmente trabaja como productor y traductor para periodistas, perdió su casa y desde entonces ha cambiado 14 veces de lugar. "Huyendo de la muerte. He tenido suerte y siempre he estado a un paso por delante de la muerte", matiza.
Las ventanas de las viviendas reventaron con los bombardeos, por lo que los gazatíes intentan combatir las bajas temperaturas con trozos de tela o cortinas, que con "la lluvia se mojan y nos mojan a nosotros también". Aunque eso -apunta Hammad- es mejor que la situación de otras personas que están al aire libre o en una tienda de campaña.
Israel ha dañado, según la Organización de Naciones Unidas (ONU), más del 60 % de las viviendas y generado el desplazamiento del 85 % de la población, o 1,9 millones de personas, que ahora se encuentran desamparadas.
"Sin agua y sin comida"
Hammad cuenta que, desde el primer momento, los israelíes cortaron la luz y el agua, y que la ayuda humanitaria no llega. "Todo lo que estamos comiendo es de lo que estaba ya dentro de la Franja. Cada día es menos y menos. Si comemos una vez al día está muy bien", afirma.
La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA, por su sigla en inglés) indicó que en las dos primeras semanas de enero, solo el 24 % -siete de 29- de las misiones planificadas para entregar alimentos, medicinas, agua y otros suministros vitales llegaron a sus destinos al norte de Wadi Gaza, el valle que divide la Franja en dos.
Israel y Hamás alcanzaron un acuerdo el martes sobre la suministros de medicamentos y otra ayuda humanitaria a las "áreas más afectadas y vulnerables" de la Franja de Gaza, a cambio del reparto de fármacos necesarios para los rehenes israelíes que se encuentran retenidos en el enclave palestino.
El día a día de Hammad es una lucha por conseguir algo que llevar a la boca a sus hijos. El pescado, los huevos o la carne ya forman parte del pasado. Las panaderías dejaron de funcionar y tampoco hay butano para encender un horno. "El agua potable hace mucho que no sabemos cómo sabe. Estamos bebiendo lo que haya", explica.
Un grupo de ocho expertos de la ONU alertó esta semana que "someter a toda una población civil al hambre de una forma tan rápida no tiene precedentes". "Israel está destruyendo el sistema alimentario de Gaza y utilizando los alimentos como arma contra el pueblo palestino", aseveraron.
"Alta tasa de enfermedades"
"Israel no solo está matando y causando daños irreparables a civiles palestinos con sus bombardeos indiscriminados, sino que también está imponiendo consciente e intencionalmente una alta tasa de enfermedades, desnutrición prolongada, deshidratación e inanición", alertaron.
Hammad y su familia también están enfermos. "Tenemos problemas de estómago, dolores, y no hay medicina porque el servicio sanitario ya está parado, y todos los hospitales y clínicas fuera de servicio, y los que están, no pueden atendernos a tanta gente con tan pocas posibilidades", asegura.
"Lo que pedimos nosotros, como seres humanos, como gente normal, corriente, no es mucho: es parar esta matanza, estos crímenes contra nosotros. En todo el mundo se sabe que los civiles no tienen nada que ver con la guerra y no deberían pasar por este sufrimiento", implora.
Parar la guerra -añade- no quiere decir que se acabó todo. "Yo y mucha gente como yo vamos a estar en la calle. No tengo casa (...) las casas están destruidas, algunas parcialmente, y si tengo la suerte y encuentro algo, el precio se multiplicará por cuatro", condena desolado.