'Estoy en casa' –una frase corta y directa– es el nombre del corto hecho por un grupo de amigos que le da otra mirada al tema migratorio, desde la solidaridad y la identidad de ser venezolano.
Esta producción audiovisual, codirigida por Nicolás Calzadilla y Leonardo Gutiérrez, recibió el Premio Municipal de Cine 2023 y la mención de 'Mejor cortometraje de ficción' en la segunda edición del Festival Cumbe San Agustín.
En su veredicto, el jurado del evento –que se organiza en esa parroquia caraqueña bastión cultural y musical citadino– aseveró que 'Estoy en casa' es "una historia que tiende puentes y nos reconcilia".
Esta pieza de tres minutos, producida por Oriana Molina, Ángel Mendoza, Andrea Fabiani y Addison López, cuenta la historia de Paladino (José Alejandro Delgado), quien de vuelta a su casa en Venezuela, luego de una ausencia de muchos años, se queda varado en una vía solitaria. Tras ese percance deberá encontrar la forma de llegar adonde lo espera su madre.
La casa
"La casa es el sitio donde uno es esperado", dijo en una entrevista el fallecido poeta español Antonio Gala. Esta aseveración abre las puertas hacia lo que considera una casa: un espacio físico específico o a una extensión indeterminada donde se funden la pertenencia y los nexos.
En 'Estoy en casa', las imágenes que forman parte de ese mapa afectivo y geográfico del regreso danzan frente a los ojos del espectador: la autopista Caracas-La Guaira, el Túnel Boquerón, que es el más extenso de Venezuela; las torres de Parque Central, icono arquitectónico venezolano y la estatua de María Lionza, réplica de la obra del artista Alejandro Colina sobre la diosa indígena.
En su trayecto, el carro donde se moviliza el protagonista sufre un desperfecto y se apaga en una zona poco transitada. A partir de ese evento desafortunado, Paladio, que mira al cielo y ve revolotear a unos zamuros [buitres], deberá descifrar si está en casa o no.
El impuso inicial
Para hablar sobre su corto, RT entrevistó a sus directores y guionistas, Nicolás Calzadilla y Leonardo Gutiérrez, y a parte de su equipo, entre quienes se encuentran Oriana Molina y Ángel Mendoza.
Al hablar, Calzadilla recuerda que la pieza surgió tras la convocatoria de un concurso de cortos que tenía dos limitantes: debían abordar el tema de la venezolanidad y la duración máxima no podía sobrepasar los tres minutos.
En ese momento –recuerda– ninguno de los miembros del equipo tenía trabajo ni suficientes recursos para desarrollar una producción audiovisual, lo que no impidió que se plantearan el reto.
Aunque el panorama no era el más alentador, Gutiérrez recuerda el equipo tenía la intención de juntarse para generar "un espacio colectivo de formación". Así, esa determinación coincidió con la convocatoria al concurso de cortos y los estimuló para "crear, preguntarse cosas y reflexionar".
"Queríamos seguir aprendiendo, hacer ejercicios, ser autodidactas. En el cine se aprende haciendo", dice Gutiérrez, que también es licenciado en Antropología.
Con ganas y sin plata
El no tener recursos no fue límite. Calzadilla y Gutiérrez conversaron sobre la propuesta que podrían desarrollar y la forma cómo podrían reflejar audiovisualmente la venezolanidad.
"No queríamos caer en un cliché. Nos fuimos por temas como la solidaridad, el querer al otro, la empatía", resume Calzadilla, quien cursó estudios de cine en el Instituto Superior de las Artes (ISA) en La Habana.
Posteriormente, en un intercambio grupal, Molina, Mendoza y Fabiani aportaron sus visiones y criterios. A partir de allí, los directores comenzaron a escribir el corto.
Antes del proceso de escritura se imaginaron situaciones donde "emergía la solidaridad que caracteriza al venezolano", relata Calzadilla, y de allí surgió la idea de presentar a una persona que viaja en carro y que se le descompone en el camino.
Quedarse varado
Los directores cuentan que se han accidentado alguna vez, como ocurre en el corto. Calzadilla recuerda que en una ocasión, cerca de un poblado, pasó por una situación de ese tipo.
"Todo el pueblo estaba puesto a ayudarnos, nos cuidaron, nos dieron de comer y de beber. Eso es algo que nos pasó y estoy seguro que le ha pasado a la gran mayoría de la gente en algún momento", afirma.
Gutiérrez, que también es fotógrafo, expresa que cuando a alguien se le queda el carro varado, "una persona que identifica la situación ofrece ayuda sin preguntar y sin saber de quién se trata. Es una solidaridad automática que se genera", sostiene.
El reverso de la migración
Calzadilla, estudiante de Artes Visuales en la Universidad Nacional Experimental de las Artes (Unearte), dice que se propusieron transformar la "narrativa de la migración, que estaba muy presente en el audiovisual en los últimos años".
"Y en vez de ser un alguien que se va del país, que está afuera pasando trabajo o que se quiere ir y no puede, es alguien que regresa, que está en la búsqueda de su casa, y que en el camino la encuentra: su casa es el país, es Venezuela, es la gente", expresa.
Gutiérrez, por su parte, manifiesta que en el proceso de pensar la historia quisieron también hablar sobre la migración a través de su "otra cara", que es el retorno.
Otra mirada
Gutiérrez cuenta que había visto en festivales venezolanos recientes un relato "trágico" de la migración, donde prevalecía la "tristeza", por lo que surgió la idea de contar algo distinto.
"Queríamos resaltar estas otras historias que también suceden y mostrar que el retorno al país, el reencuentro con tus raíces. Es también algo muy lindo".
Revela que se sintió "muy conectado con la historia" porque hace varios años salió de Venezuela y, cuando retornó, había una situación económica difícil. Al llegar, venía con una imagen forjada por los medios, por lo que le asustaba lo que podría encontrar.
"Y obviamente encontré dificultades, pero de alguna manera también encontré la solidaridad, el calor de la gente".
El joven cineasta agrega: "No solamente queríamos resaltar la solidaridad, sino también algo que es muy particular en el venezolano, que es que ante las dificultades mantiene una sonrisa, una actitud firme, de resolución. Y un poco el relato busca eso: mostrar cómo una situación particular hace que un grupo de personas, que son totalmente desconocidas, termine intimando y riendo".
Las redes solidarias
Calzadilla, quien formó parte del equipo de asistencia de dirección de la serie 'Carabobo: Caminos de Libertad', del cineasta venezolano Luis Alberto Lamata, se refiere a los equipos técnicos, que fueron aportes de amigos debido al limitado presupuesto con el que contaban.
"También hay una cosa de solidaridad, de cómo se hizo el corto. Todos pusimos cosas y todos salimos. Quienes nos acompañan en el corto son gente que de verdad vive ahí y que se sumó sin pedir nada a cambio".
El presupuesto limitado, recuerda Gutiérrez, los obligó "a resolver y a buscar esos puentes" conocidos. "Fue muy interesante porque de alguna manera, en esas situaciones donde económicamente estás limitado, se termina tejiendo redes de solidaridad".
Lo mismo considera el productor Ángel Mendoza, quien destaca la importancia de tender redes de apoyo y de aliados.
Por su parte, Molina, quien propuso que el corto participara en el Festival de Cine de San Agustín, considera que 'Estoy en casa' fue un "esfuerzo entre amigos y hermanos" sin ninguna pretensión de saber hasta dónde podrían llegar.
"Fue hacer lo que nos gusta juntos, crear un producto audiovisual. Al final es un junte con amigos detrás de cámara para llevar a cabo una idea y es un junte con amigos nuevos y no tan nuevos que decidieron apoyarnos delante de cámara", agrega la también profesora de la cátedra de Documental en la Universidad Católica Andrés Bello.
'Estoy en casa' es para Mendoza una forma de "lograr la esperanza", de "estar en país con su gente" y de expresar "la solidaridad característica de los venezolanos".
Molina, quien también se desempeña como productora audiovisual, dice que el corto recoge "una de las expresiones máximas de lo que significa ser venezolano: el reconocer al otro y el prestarle apoyo".
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