Durante años, se ha teorizado que una de las muchas consecuencias sociales, políticas y económicas que trajo consigo la desintegración de la URSS en 1991 fue una desaceleración de las emisiones de metano, un gas de efecto invernadero, generadas por la actividad humana en la década de 1990.
Sin embargo, un reciente estudio concluyó lo contrario. Un equipo de científicos de las universidades de Washington y de Harvard (EE.UU.) utilizaron métodos de IA para analizar imágenes históricas del satélite Landsat 5 y cuantificar las emisiones de metano en Turkmenistán, una exrepública soviética con una activa producción de petróleo y gas, desde 1986 a 2011.
El análisis demostró que la hipótesis de que las emisiones de metano disminuyeron drásticamente debido al colapso de la URSS es incorrecta, señala el estudio, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
"El metano tiene tendencias enigmáticas que realmente no entendemos", comentó el autor principal del estudio, Alex Turner, profesor de Ciencias Atmosféricas de la Universidad de Washington, citado por un comunicado de la institución educativa.
"Uno que siempre ha sido fascinante es esa desaceleración en 1992. Descubrimos que el colapso de la Unión Soviética parece resultar, sorprendentemente, en un aumento de las emisiones de metano", agregó.
Los científicos entrenaron un modelo de inteligencia artificial para catalogar las columnas de metano en las imágenes de emisiones captadas por el satélite Landsat-5 de la NASA.
La IA fue capaz de identificar 776 columnas de humo durante el período de 25 años comprendido entre 1986 y 2011. El análisis reveló que las columnas de metano crecieron en tamaño y se volvieron más frecuentes después de 1991, cuando los datos económicos de Turkmenistán muestran una disminución en la producción de gas.
El equipo sugiere que las razones de esa contradicción podrían incluir infraestructura defectuosa, componentes rotos, menor supervisión de los pozos de petróleo y gas y menos rutas de exportación, lo que conllevó a más liberaciones de gases deliberadas o no intencionales.
"El año 1994 se destaca como el año con las mayores emisiones de metano. Esto es fascinante, porque ese es el año en que Rusia se negó a permitir que Turkmenistán bombeara gas a través de sus gasoductos hacia los mercados europeos. Así que creemos que la producción de gas todavía era razonablemente alta, pero no podían vender su gas a nadie, lo que provocó que se liberara más metano a la atmósfera", apuntan los investigadores.