El periodista y organizador de conciertos ruso Dmitri Saráyev fue uno de los afortunados que lograron salir vivos del Crocus City Hall antes de que los terroristas prendieran fuego a las instalaciones el pasado viernes. Esa noche el hombre se fue directamente a casa por su cuenta, en transporte público, pero se llevó una sorpresa al día siguiente al descubrir que tenía una bala en la espalda, según reveló a Financial Times.
Al despertarse el sábado, Saráyev se sentía conmocionado, pero bien, y decidió no renunciar a su habitual partido matutino de tenis. Cuando regresó de la pista, notó unos extraños agujeritos en la parte de atrás de la prenda que llevaba puesta durante el atentado y decidió acudir a un chequeo médico, por si acaso.
La radiografía evidenció que, en efecto, tenía una bala de más de 2 centímetros en la espalda, que había impactado de rebote justo por encima de la zona lumbar, atravesando 12 centímetros de tejido blando paralelamente a la columna vertebral. Los médicos se la extrajeron mientras Saráyev seguía en 'shock' al recibir la noticia.
La bala rebotó cuando se agachó para cubrirse durante el tiroteo que lo pilló mientras estaba en el vestíbulo de la sala de conciertos. Junto con decenas de personas, empezó a correr y se metieron todos en lo que parecía un pasillo, pero resultó ser "un callejón sin salida".
"De hecho, terminamos en una trampa", contó Saráyev, quien terminó apretado contra la pared de metal en un rincón y sin poder huir cuando los terroristas se pusieron a dispararles desde apenas unos metros de distancia.
Saráyev no vio las caras de los terroristas, pero sí sus brazos mientras levantaban las armas, y escuchó sus gritos. La gente caía "en filas" a su lado, con las balas que rebotaban y rompían los cristales. El hombre sintió un fuerte impacto en la espalda y pensó que llegó su hora, pero no perdió la consciencia, no sintió dolor ni estaba sangrando, y seguía respirando.
Luego sintió un repentino golpe en la espalda, pero creyó que podía tratarse de un trozo de escombros que cayó sobre él. Al empezar a moverse, se arrastró por el suelo hasta el aparcamiento afuera, deteniéndose para esperar a que se fueran primero aquellos que podían levantarse y ayudando a despejar el camino de los cadáveres amontonados. Saráyev fue uno de los últimos en salir de aquella parte del edificio. Poco después, los terroristas prendieron fuego al Crocus.