¿Derrumbe del eje franco-alemán en la Unión Europea tras las elecciones?

El presidente de Francia y el canciller de Alemania han sido los líderes políticos que han recibido el mayor varapalo en los comicios del Europarlamento, donde ambos han sido superados por la extrema derecha.

Las elecciones europeas que se cerraron el pasado domingo dejaron sobre la mesa un enorme avance de las fuerzas de extrema derecha en todo el bloque comunitario y cristalizaron la enorme debilidad del eje franco alemán.

Precisamente los líderes de los dos países más poblados y con mayor importancia económica de los 27, el presidente francés Emmanuel Macron y el canciller alemán Olaf Scholz, son quienes recibieron el mayor varapalo de las urnas.

Si bien es cierto que la Unión Europea ha conseguido navegar sin perturbarse tras la salida del Reino Unido, está por ver cómo afectará un debilitamiento de los dos países que siempre se han considerado el alma de este organismo transnacional nacido de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial.

Arrasados por la ultraderecha

Tanto el Gobierno de Macron como el de Scholz se han sumido en la incertidumbre.

En el caso francés, el presidente de la República reaccionó inmediatamente, incluso antes de que los resultados electorales fueran definitivos. Su partido había logrado menos de la mitad de los votos que la Agrupación Nacional de Marine Le Pen, que arrasó con el 31,37 % de los sufragios.

Macron disolvió el pasado domingo la Asamblea legislativa y convocó nuevos comicios anticipados que se celebrarán en dos vueltas, los próximos 30 de junio y 7 de julio. La formación que consiga más diputados en la segunda ronda propondrá al primer ministro, y será éste quien forme su Gobierno.

La apuesta del presidente francés es más que arriesgada, toda vez que puede encontrarse con un resultado aún peor y con un nuevo Gobierno de ultraderecha que le complique de sobre manera lo que resta de su mandato hasta 2027.

En el caso alemán, el Partido Socialdemócrata de Scholz se quedó en tercera posición y fue superado por la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD), que alcanzó el 15,90 % de los votos, logrando su mayor apoyo en los estados de la antigua República Democrática Alemana.

El Gobierno del canciller queda en una situación de extrema debilidad para afrontar el final de su mandato, que concluye a finales del año que viene, un tiempo que puede no ser suficiente para reconstruir su formación y encarar con garantía los siguientes comicios nacionales.

Distinta visión de la Unión Europea

El auge de las fuerzas ultras en el corazón de la UE podría suponer la paralización del proyecto europeo, en un momento en que hay unanimidad al considerar que el bloque necesita cambios para ser más competitivos y afrontar los retos de las futuras décadas.

Por delante están objetivos como aumentar el gasto en investigación, desarrollo e innovación; la nueva ampliación de la UE; la profundización de la agenda para la transición verde o el fortalecimiento en materia de Defensa, una necesidad puesta sobre la mesa tras el estallido del conflicto en Ucrania.

Sin embargo, en Francia y Alemania se alzan las sombras de la Agrupación Nacional y AfD, fuerzas esencialmente euroescépticas con una visión muy diferente de cuál debe ser el papel de la Unión Europea.

Así, un organismo basado en el mercado interior único tendrá que lidiar con el partido de Le Pen, que quiere poner fronteras a los productos de sus vecinos; o con AfD, absolutamente contrario a la inmigración, incluso de personas que están en situación regular.

También estará en duda la política con respecto a Ucrania, que hasta ahora, salvo excepciones, estaba de acuerdo en su apoyo al régimen de Kiev tanto a través del envío de material de defensa como de la imposición de sanciones a Moscú. Igualmente tendrían que lidiar más adelante con desavenencias en cuanto a la reconstrucción de Ucrania.

Hasta ahora los Gobiernos de Francia y Alemania siempre se han entendido, incluso si tenían colores políticos diferentes, como es el caso actual, y han conseguido tirar conjuntamente de la locomotora de la UE, como se vio recientemente a raíz de la crisis de la pandemia de coronavirus.

¿Funcionará la aritmética parlamentaria?

La aritmética parlamentaria salida de las urnas el pasado domingo dejan todavía en Europa una mayoría en manos de los grupos más centristas: el Partido Popular Europeo (PPE), los Socialistas y Demócratas (S&D) y los liberales de Renew Europe, han conseguido aglutinar a 400 de los 720 escaños que componen el Parlamento europeo.

Esos números podrían permitir que continuaran las políticas que se han venido desarrollando hasta la fecha, pero la influencia nacional también podría hacer que ese rumbo se truncara.

Si bien el Europarlamento aprueba las leyes que rigen en todo el bloque, la iniciativa legislativa corresponde a la Comisión Europea. Su presidente es elegido por el Parlamento y es el encargado de elegir al resto del "Gobierno comunitario", es decir, a 27 comisarios propuestos por cada uno de los Estados miembro.

De manera que la composición de los Gobiernos nacionales influye en la estructura del Ejecutivo europeo y en las iniciativas legislativas que la Asamblea puede tramitar. Así se podría llegar a una paralización de la UE, si se produce un choque entre la sensibilidad de la Comisión y la del Europarlamento.

Además, parece claro que la sacudida vivida en Alemania y Francia puede dejar una onda expansiva en todo el bloque, en un momento de gran incertidumbre por el conflicto en la Franja de Gaza y la aparición de otros imponentes polos económicos en otras partes del planeta.

Justo tras estos comicios se deben renovar el resto de las instituciones europeas. Se tiene que elegir al presidente de la Comisión, cargo que aspira a revalidar la candidata del PPE, Ursula von der Leyen. También debe elegirse antes de finales de año al presidente del Consejo Europeo, órgano que reúne a los jefes de Estado o de Gobierno de los 27 países.

Parece que se cumple la premonición lanzada por Macron durante la campaña electoral para las recientes elecciones europeas, cuando dijo que la Unión Europea nunca tuvo "tantos enemigos internos y externos" y que actualmente hay una "fascinación por el autoritarismo" en las democracias europeas. 

Por el momento, en cinco de los seis países fundadores de la UE la extrema derecha tiene una base sólida, aunque la mayor preocupación se cierne ahora sobre Francia.