Una llamarada solar que estuvo acompañada de eyecciones de masa coronal del Sol (CME) provocó una tormenta geomagnética que alcanzó este martes la Tierra.
La erupción solar fue extremadamente pequeña y golpeó la Tierra tangencialmente, por lo que los científicos no esperaban que cobrara fuerza. Sin embargo, en el camino la nube de plasma se desplazó hacia la Tierra, chocó contra ella y alteró el campo magnético del planeta.
Eso desencadenó el jueves por la noche auroras boreales en varias latitudes. En Estados Unidos se informaron varios avistamientos. La tormenta se intensificó y este viernes en la mañana recibió la denominación de "severa" o G4, la segunda categoría más alta dentro de la clasificación, dictada por el Centro de Predicción del Clima Espacial (SWPC, por sus siglas en inglés) de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de EE.UU. (NOAA).
Se prevé que la perturbación persista y se prolongue probablemente hasta el sábado. En consecuencia, podrían producirse "fluctuaciones en la red eléctrica" y avistamientos de auroras boreales, "visibles en latitudes altas como Canadá y Alaska", precisa el SWPC.
Por lo general, este fenómeno supone alteraciones en la infraestructura tecnológica de la Tierra, como irregularidades de voltaje en los sistemas de energía y desconexiones en redes. También puede provocar problemas de orientación en los satélites espaciales, afectar la navegación por GPS y desencadenar intermitencias en las comunicaciones de radio de alta frecuencia.