Tres años después de anunciarse el acuerdo AUKUS para compartir tecnología militar entre EE.UU., el Reino Unido y Australia, y destinado principalmente a aumentar la presencia militar en la región Asia-Pacífico, sus críticos sostienen que la cooperación ha avanzado poco y no ha podido mostrar resultados tangibles, reporta Bloomberg al citar fuentes familiarizadas con el asunto.
La clave del acuerdo fue un plan para vender a sus socios submarinos estadounidenses de propulsión nuclear, invulnerables incluso a los misiles más modernos de China, para sustituir a los anticuados submarinos australianos y proyectar el poder de la alianza en el Pacífico.
Industria militar con años de retraso
Según ese convenio, Australia debería recibir sus primeros submarinos de fabricación estadounidense a partir de 2032. Sin embargo, los dos astilleros que fabrican submarinos nucleares en EE.UU. apenas intentan compensar décadas de recortes tras el final de la Guerra Fría, al tiempo que procuran quintuplicar la producción y modernizar su propia flota.
De acuerdo con un informe gubernamental, EE.UU. ya lleva años de retraso, incluso sin la demanda adicional de Australia. Y en caso de alcanzar los objetivos trazados, el país norteamericano podría quedarse corto de submarinos una vez que empiece a suministrarlos a Canberra.
"Me sorprendería que en 10 años los australianos tengan un submarino" de producción estadounidense, afirmó Todd Harrison, investigador del American Enterprise Institute, añadiendo que es "muy optimista pensar que todas estas inversiones resulten para entonces".
Varios funcionarios de las tres capitales han admitido que el esfuerzo ya está enfrentando sus primeros obstáculos, y han expresado preocupaciones sobre la capacidad de EE.UU. para desarrollar a tiempo la industria militar acordada en la alianza.
Perspectivas en duda
Además de los submarinos, el acuerdo prevé que los tres aliados compartan algunas de sus tecnologías militares más sensibles, desde la Inteligencia Artificial hasta los misiles hipersónicos. Sin embargo, el secretismo y los obstáculos burocráticos han entorpecido hasta ahora esos esfuerzos. A principios de este año, EE.UU. no pudo certificar que Australia y Reino Unido dispongan de procedimientos adecuados para proteger la información clasificada.
Sumado a esto, la presión sobre los aliados ha estado aumentando tras el desarrollo naval sin precedentes de China, que ha proporcionado al gigante asiático una flota que eclipsa a la estadounidense, ampliando su alcance en el Pacífico. Los portaviones más importantes de EE.UU. son ahora potencialmente vulnerables a los últimos misiles chinos, al igual que las gigantescas bases estadounidenses de Japón y Guam.
"No estamos siendo sobrepasados, pero no me gusta el ritmo de la trayectoria" de la expansión China, declaró el almirante Sam Paparo Jr., máximo comandante estadounidense en la región, en una comparecencia ante el Senado el pasado febrero.
Los submarinos de propulsión nuclear, casi indetectables y capaces de permanecer bajo el agua durante meses, siempre habían constituido una "ventaja clave" para EE.UU., que le permite situar sus fuerzas donde el gigante asiático no siempre puede detectarlas, recoge Bloomberg. Sin embargo, Pekín, con la ayuda de Rusia, está construyendo su propia flota atómica y sus próximas naves serán de "categoría mundial", según investigadores del US Navy War College.
La oposición política en Australia también plantea dudas sobre si se podrán mantener los enormes esfuerzos necesarios para convertir un país sin industria militar en uno de la exclusiva docena que en el mundo son capaces de gestionar una marina atómica.
Las perspectivas de la alianza también se ponen en duda ante la posibilidad de que Donald Trump gane la Casa Blanca en noviembre, ya que el republicano se ha mostrado escéptico ante las alianzas mundiales de EE.UU.