Un año después de que Hamás atacara Israel, Oriente Medio se encuentra en un estado de conflicto agudo, al borde de una guerra general, que en realidad nadie desea, opina Fiódor Lukiánov, redactor jefe de la revista Russia in Global Affairs y presidente del Consejo de Rusia para Política Exterior y de Defensa.
Mientras todos los actores intentan no perder el control de la escalada, cada uno está poniendo en primer plano sus propias prioridades en medio del cambiante panorama de la región, que distingue la crisis actual de las que se han producido antes.
Apartarse de la jerarquía habitual
Según el experto, lo primero que llama la atención es la "confusión de relaciones que antes se consideraban más o menos jerárquicas", un alejamiento del tipo de relación patrón-cliente tanto dentro del Oriente Medio como a la hora de interactuar con los principales Estados de fuera de la región.
"EE.UU. es quien está más perdido"
"La actual Administración no tiene una línea clara y coherente en la región; solo tapa agujeros y apaga nuevos fuegos. No funciona", añadió. En su opinión, EE.UU. no es nada favorable al conflicto en Oriente Próximo, dadas las fluctuaciones en sus relaciones con los actores clave, incluidas las monarquías del Golfo y, especialmente, con Irán. Al mismo tiempo, se ve obligado a actuar de forma contradictoria.
Mientras que los esfuerzos diplomáticos de EE.UU. se dirigen a comprar el alcance de la acción militar, Israel no está de acuerdo, señala Lukiánov. Además, a pesar de que, desde el punto de vista ideológico, "los actuales dirigentes israelíes no son en absoluto afines a Washington, y Netanyahu cae más bien mal", sigue proporcionándole ayuda militar, porque "el factor israelí para EE.UU. no es un fenómeno extranjero, sino principalmente político interno", especialmente en una fase crucial de la campaña electoral.
"Como resultado, los dirigentes israelíes, seguros de que EE.UU. no tiene a dónde ir, deciden por sí mismos cómo actuar, a veces notificándoselo al aliado estadounidense, a veces olvidándose de hacerlo"
Por otro lado, la influencia de Irán en toda la región ha crecido considerablemente desde que EE.UU. puso fin hace 20 años al gobierno de Saddam Hussein en Irak, que era su principal contrapeso, según el experto. Desde entonces, Teherán ha fortalecido su posición sin involucrarse en guerras y conflictos frontales, a pesar de la política de Donald Trump de, por un lado, torpedear acuerdos nucleares y por otro, empezó a negociar acuerdos separados entre Israel y los principales países árabes.
"Ahora Israel está lanzando poderosos golpes contra toda esta red, con el objetivo, si no de destruirla (esto es difícilmente posible), sí de debilitarla al máximo, de privarla del potencial para actuar activamente durante varios años por delante", señala el experto. De este modo, pone a Irán en una posición en la que es imposible no responder.
"Irán es consciente de tales tácticas, ocultando medidas prácticas más bien modestas tras una retórica formidable, pero el prestigio también es una cuestión"
El papel de los agentes externos resulta mínimo
A su vez, otros países de la región han mostrado una respuesta bastante limitada, añadió Lukiánov. "Otras potencias regionales o bien se limitan a proferir maldiciones públicas muy fuertes, como hace el presidente turco, por ejemplo, o bien muestran un alto grado de preocupación, como los países árabes del golfo, o bien se preocupan sobre todo de que el caos no les salpique a ellos (Egipto, Jordania)", señaló.
En cuanto a los actores externos, sus esfuerzos no son demasiado notables, sostuvo. Así, Europa, que podría verse afectada por un posible conflicto a gran escala en forma de nuevos flujos de refugiados, "no es visible en absoluto". Según el experto, incluso si ocurre, "lo más probable es que los esfuerzos se dirijan a evitar que entren en el continente europeo, nada más". Rusia, por su parte, al tener ahora otras prioridades, intenta facilitar la diplomacia en la medida de lo posible, pero la demanda ahora es mínima.
"La región se tambalea al borde de una guerra general, pero paradójicamente, viendo los acontecimientos, nadie la desea", concluyó. "Todos los actores esperan caminar por la cuchilla sin perder el control por escalada. No se puede negar cierta habilidad a los participantes, pero cada vez es más fácil descarrilar".