Las pandillas armadas de Haití están reclutando cientos, si no miles, de niños, empujados por el hambre y la pobreza, para que realicen actividades ilegales, por lo que se enfrentan a situaciones de abuso. Así lo informó el miércoles la organización no gubernamental Human Rights Watch (HRW).
HRW entrevistó a varios menores involucrados en grupos criminales y todos afirmaron que el hambre extrema es la razón principal por la que se unieron a las bandas delictivas, ya que el pago por la participación en esas actividades es su único medio de alimento, sustento y refugio.
Si bien tanto los chicos como las chicas son entrenados en el manejo de armas; la carga de cartuchos y la manipulación de dispositivos de comunicación, entre otras, son tareas que se asignan basándose, en gran medida, en la condición de género.
Así, los varones son utilizados como informantes ('antenas') para proporcionar información sobre patrullas policiales o facilitar robos, hacer recados, como comprar alimentos o ropa para los líderes, transportar armas y municiones y participar en saqueos, extorsiones y secuestros.
Las mujeres suelen ser violadas y explotadas para realizar tareas de cocina y limpieza en las casas donde viven los líderes y miembros de los grupos criminales. "Gabriel, el líder de la banda de Brooklyn [en Cité Soleil], pide a sus secuaces que le traigan una chica virgen cada mes", afirmó un trabajador humanitario.
Además, las familias que viven en zonas controladas por grupos criminales suelen ser amenazadas para que entreguen a alguna de sus hijas al grupo a cambio de protección. A las chicas suelen dejarlas marchar después de un tiempo, normalmente cuando quedan embarazadas.
Los grupos criminales controlan casi el 80 % de la capital de Haití, Puerto Príncipe, y su área metropolitana, y se están expandiendo a otras áreas. Se estima que al menos el 30 % de los miembros de los grupos criminales son menores, quienes participan en actividades delictivas generalmente bajo amenaza de muerte.
"Una vez me dijeron que le vendara los ojos a alguien que íbamos a secuestrar", contó un chico de la banda Tibwa, de 14 años. "Cuando me negué a hacerlo, me golpearon en la cabeza con un bate de béisbol y dijeron que, si no lo hacía, me matarían".
Todos los menores entrevistados por Human Rights Watch dijeron que querían abandonar los grupos criminales. Sin embargo, las familias y los vecinos a menudo rechazan y estigmatizan a los que regresan, señalaron activistas de derechos humanos.