Tres periodistas de The Times han descubierto que la canciller de Hacienda del Reino Unido, Rachel Reeves, que forma parte del actual Gabinete laborista, mintió sobre su experiencia laboral en al menos cinco ocasiones antes de acceder a su actual cargo, tanto en intervenciones públicas, ante electores o en declaraciones a medios de información.
Así, cuando presentó su candidatura al Parlamento en 2010, Reeves decía trabajar "como economista" en el Halifax Bank of Scotland. Sin embargo, en realidad, el cargo que ocupó en la entidad fue el de gerente de un departamento de relaciones con el cliente, donde estuvo a cargo de las quejas y de la retención de hipotecas, y solo entre los años 2006 y 2009 (no hasta la campaña electoral).
La semana pasada, el equipo de Reeves hizo una modificación en su currículum vitae en LinkedIn y admitió que, en realidad, su experiencia laboral en el Halifax había transcurrido en banca minorista. Para esclarecer el tema, el medio consultó al exdirector hipotecas en ese banco, Phil Jenks, que aseguró que la función de Reeves se centraba principalmente en la retención de clientes. "Definitivamente, no era economista cuando estaba con nosotros", afirmó.
En 2021, cuando formaba parte de un gabinete en la sombra, la futura jefa de Hacienda dijo a la revista Stylist: "Pasé una década en el Banco de Inglaterra y me encantó". Sin embargo, resultó que su trabajo allí se prolongó por seis años y cuatro meses, tiempo durante el que estudió un máster en la Escuela Superior de Economía de Londres de un año de duración.
En un evento organizado por el Instituto de Gobierno en 2023, Reeves también se refirió a su experiencia profesional tras graduarse en 2000 en la Universidad de Oxford, y dijo que estuvo "trabajando todo ese tiempo como economista en el Banco [de Inglaterra] y en el sector privado". La investigación periodística dejó claro que nunca ha trabajado como economista en el sector privado.
El medio recoge también algunos comentarios mayoritariamente peyorativos de antiguos colegas de Reeves. Sin embargo, esa aparente mala reputación no le impidió ascender, primero a varios cargos sucesivos en el gabinete laborista en la sombra, y luego a un puesto de muy alta responsabilidad en el Ejecutivo nacional, bajo el mandato de Keir Starmer.