La historia de la modista pemón que empodera a una comunidad indígena en Venezuela
Al sureste de Venezuela, en la comunidad indígena de Kamarata, en el estado Bolívar, cerca de la frontera con Brasil y Guyana, una joven modista de origen pemón emprende un proyecto personal de carácter social y educativo, para transmitir sus conocimientos a las mujeres y niñas que habitan en esa zona de la selva amazónica suramericana.
Se trata de Corina Landáez, una venezolana de madre pemón y padre "criollo de Caracas", como ella lo define, que se ha encargado con sus propios recursos y sueños de llevar la batuta de una propuesta sin precedentes con el que aspira que las mujeres de la etnia Pemón Kamarakoto puedan aprender una herramienta como la costura y el diseño de modas para empoderar sus vidas.
El proyecto ha sido difundido por ella misma a través de distintas plataformas de redes sociales. En esos medios digitales, ella publica periódicamente videos y fotos de su quehacer cotidiano, de las costumbres, comidas exóticas, de los paisajes, aventuras, de su familia, amigos y habitantes de la comunidad pemón en Kamarata así como de otros asentamientos cercanos de la Gran Sabana y el Parque Nacional Canaima como Uruye y Awaratöy.
"Sólo deseo su empoderamiento y prosperidad", dice la joven modista en uno de sus videos, quien además resalta que lo que más le motiva es ver cómo sus hermanas, familiares y amigos aprenden lo que ella les enseña sin costo alguno y que lo que han aprendido les quedará para toda la vida.
"Mañana estas niñas y mujeres tendrán el poder de ser quien deseen ser, si siguen con la voluntad de aprender", añade Corina. "Cuando mañana ya no esté, se apagará conmigo lo que haya en mi mente (...) ahora mis cosas son nuestras, mi conocimiento y tiempo, por amor a mi gente".
"Cuando me preguntan qué gano de esto miro a mis niñas. Mi ganancia es que ganemos todas, porque a través del conocimiento contribuiré, así sea un poquito, a su autonomía y a la construcción de sus sueños", resalta.
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Aprendizaje autodidacta
Corina comenzó a tener interés por la costura a los 15 años. Ella vivía con su padre y comenzó a estudiar diseño de modas. La carrera era sumamente costosa, no solo por las mensualidades sino por todo lo que debía comprar: telas, hilos, máquina de coser, entre otros elementos que le exigían.
Al ver que no podía costear los gastos, decidió retirarse de la academia y comenzó a trabajar. Luego, entró a la universidad y empezó a estudiar contabilidad y administración, profesiones que no tenían nada que ver con sus intereses, explica.
"Trabajaba y estudiaba", recuerda Corina, quien vivía en una residencia y para pagar su renta tuvo que tomar una decisión entre dejar la universidad o su fuente de ingresos. Finalmente se decantó por mantener su trabajo.
Sin embargo, en su tiempo libre retomó su interés por la costura y el diseño de modas. Así, se las ingenió para aprender por sí misma a través de tutoriales de video por internet.
"No tenía computadora, iba a un sitio donde tenían internet y ahí descargaba los videos, los guardaba en un 'pendrive' y luego los veía en casa con un reproductor de DVD", comenta Corina, quien en aquel momento ni siquiera tenía una máquina de coser a la mano porque "eran carísimas".
Una tía que notó su pasión por la costura decidió regalarle una máquina de coser y se la envió a casa de su padre. Allí, la joven empezó a familiarizarse con el equipo y por fin todo lo que había visto en video lo podía emplear en persona. Para ello tomó ropa de su hermano y de su papá, en el camino dañó muchas telas y agujas, hasta que finalmente aprendió a pasar los patrones de papel a la costura y comenzó a vender prendas personalizadas.
"Hago lo que me gusta"
Al darse cuenta que podía vivir de la costura y que el diseño de modas serviría como puente para que otras mujeres pemones pudieran tomar las riendas de su vida con ese oficio, Corina decidió dejar la isla de Margarita, lugar en el que residía, para instalarse en Kamarata, donde enseñó primero a sus hermanas y luego a las mujeres de su comunidad que se interesaron en aprender.
La joven modista, que creó su marca personal llamada Corina LV con un corazón rojo como logo y piezas únicas diseñadas a medida, 100 % de su autoría, ahora enseña en las mismas aulas de clases en las que ella recibió formación académica cuando era niña. En Kamarata, algunos locales le dicen "criolla" o "hija del criollo", aunque a veces también la reconocen como pemón y una de ellos, lo que la hace "muy feliz", porque "soy de allá y de acá", dice.
Corina confiesa que al llegar a su comunidad tuvo miedo de que no funcionara el proyecto, o que no creyeran en ella y sus intenciones. A pesar de ello, lo hizo. Comenzó con ayuda de su hermana, a quien enseñó primero, sus dos máquinas de coser e insumos que ella misma había llevado. "Lo bueno se comparte, porque se expande, inspira y motiva (...) y ahora ya no estoy sola".
"Si no crees en ti nadie más lo va a hacer, tengo mi estilo y hago lo que me gusta. Por eso no debes dejar que nadie te haga sentir mal o decirte que no puedes (...) Quiero ser grande, para que mis pequeñas hermanas y mi mamá estén felices, y mis amigos y conocidos se sientan orgullosos. Voy a pasito lento ahora pero lo estoy dando todo, con el corazón".
La diseñadora resalta que en su propuesta se han involucrado muchas personas y que a través de su exposición en redes sociales ha logrado conseguir más apoyo.
"Ahora tenemos ocho máquinas de coser, empezamos con pocas telas y hace poco nos enviaron tres cajas, tenemos de todo un poco: hilos, botones, cintas métricas, portahilos, marcadores, tijeras, bobinas, les estamos dando la caña de pescar no el pescado, porque el conocimiento adquirido será su herramienta de por vida".
"Que nadie empañe este proyecto"
Aunque algunos interesados insisten en dar donaciones monetarias para apoyar el proyecto de Landáez, ella prefiere que la ayuden con envíos de materiales y equipos que estén previamente pagados, porque en varios casos les han mandado materiales pero para hacerlos llegar a Kamarata ella ha tenido que pedir dinero prestado para pagar la encomienda.
Además, dice, que así ella se evita "malos entendidos" con personas que puedan pensar que ella va a utilizar esos fondos para beneficio propio. Así, también se facilita la logística del traslado de los materiales hacia una zona tan lejana como es Kamarata.
La joven también dice que como ella ha viajado al extranjero en varias ocasiones con el dinero ganado por su trabajo, quiere evitar que si vuelve a salir de Venezuela, las personas piensen que ahora lo hace con donaciones monetarias, un motivo más por el que no las recibe.
"Yo no quiero que nadie empañe este proyecto, que el único propósito es empoderar a las personas, darles un oficio para que puedan salir adelante en la vida (...) Me gustaría que en vez de manejar dinero, donaran recursos como hilos, máquinas de coser, telas, tijeras, alfileres, pero no dinero, eso sería lo ideal".
El trabajo social de Landáez va más allá de su compromiso con Kamarata. Ella también expone en sus redes sociales distintas realidades de ese pueblo indígena venezolano mientras muestra una diversidad de paisajes como el Auyán Tepuy, el Salto Ángel, los paseos en curiara, ríos y saltos inhóspitos, sitios que cualquier turista a escala global quisiera visitar y disfrutar.
Corina también utiliza el dialecto pemón para sus redes, donde muestra los esfuerzos que ella y su comunidad hacen para tener acceso a internet y señal telefónica.
Para lograrlo, se apoyan en sitios de alojamiento privado que les prestan por minutos el servicio de internet y otras veces suben un largo camino de montaña para llegar a la única antena de la empresa estatal Movilnet que hay en la zona.
Todo este trabajo de Corina, que desarrolla en paralelo a los diseños personalizados que elabora para sus clientes por pedidos que le hacen en redes, la han llevado a viralizarse en las plataformas digitales y a ser una mujer muy querida por su familia y su comunidad, que el pasado 7 de septiembre de 2024, día de su cumpleaños, fue homenajeada por la Sinfónica de Canaima, que le ofreció un concierto en reconocimiento a su labor altruista en un paraje del Amazonas, pulmón vegetal de Latinoamérica.
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