Expedición en busca de restos de un naufragio en la Antártida encuentra algo inesperado

Debido a las gruesas capas de hielo marino invernal y la ausencia de ruta para los barcos, el mar de Weddell ha sido una de las cuencas oceánicas menos perturbadas por la actividad humana.

Una expedición británica que buscaba los restos del Endurance, el barco del legendario explorador polar Ernest Shackleton hundido en 1915, encontró algo inesperado en el fondo del mar de Weddell, uno de los menos estudiados y una de las regiones más frías del planeta.

Los miembros de la misión hallaron vida en cientos de formaciones circulares distribuidas con una precisión difícil de ignorar a 280 metros de profundidad. Se trataban de nidos de peces de aleta amarilla, una especie que habita en aguas gélidas, informa el portal especializado Earth.

Así, a bordo del buque rompehielos sudafricano SA Agulhas II, utilizado para expediciones científicas en la Antártida, el equipo de investigadores, que además de buscar los restos del naufragio tenía previsto estudiar el debilitamiento de las plataformas de hielo y documentar la vida marina poco conocida del área, encontró que las cavidades no estaban vacías sino llenas de pequeños peces 'Lindbergichthys nudifrons'.

Esta especie, que rara vez crece más de 20 centímetros y está adaptada a temperaturas extremas, reveló que incluso en las condiciones más adversas el océano pueden persistir ecosistemas complejos. 

Cada nido estaba permanentemente custodiado por un pez adulto o había rastros de ciudados recientes. Su disposición no era aleatoria, sino muy organizada: estaban dispuestos en círculos, filas e incluso en lo que parecían bloques simétricos.

Este patrón se ajusta a la teoría de la 'manada egoísta' que postula que los animales se reúnen en grupos para reducir la probabilidad de ser atacados de manera individual.

Antes del descubrimiento, este tramo de lecho marino se encontraba debajo de una plataforma de hielo de unos 200 metros de espesor que dejó de existir a causa del calentamiento global en 2017. 

Debido a las gruesas capas de hielo marino invernal y la ausencia de ruta para los barcos, el mar de Weddell ha sido una de las cuencas oceánicas menos perturbadas por la actividad humana.