El rublo ruso se ha convertido en la moneda de mayor rendimiento entre las divisas principales frente al dólar este año, registrando una apreciación cercana al 45 % desde enero. Según datos de Bloomberg, actualmente, se sitúa entre los cinco activos globales con mayor rendimiento en términos de retorno 'spot', solo por detrás de metales preciosos como el platino, la plata, el paladio y el oro.
El fortalecimiento de la moneda rusa ha llevado a su tipo de cambio a niveles próximos a 78 rublos por dólar, cercanos a las cotizaciones previas al inicio de la operación militar especial en Ucrania en 2022. Se estima que la revalorización que ha experimentado la divisa en los últimos 12 meses es la más intensa desde al menos 1994.
Detrás del fortalecimiento del rublo se encuentran factores derivados del contexto de sanciones internacionales. La demanda de divisas extranjeras dentro de Rusia ha caído drásticamente debido a las restricciones comerciales y financieras, reduciendo la presión vendedora sobre el rublo.
Al mismo tiempo, la política monetaria excepcionalmente restrictiva del Banco Central de Rusia, que mantuvo su tasa clave en un nivel récord hasta junio de este año, cuando fue rebajada al 16 %, ha aumentado el atractivo de los activos en rublos para los residentes locales, incentivando la tenencia de la moneda nacional.
Para el Banco Central de Rusia, un rublo fuerte ha sido clave en la lucha contra la inflación, pues abarata el costo de las importaciones y frena las presiones sobre los precios internos. Sin embargo, este rendimiento representa también un creciente desafío para la economía rusa, ya que un rublo más fuerte encarece las exportaciones, reduciendo los ingresos.
Riesgos
Especialistas del Instituto Stolypin para la Economía del Crecimiento, con sede en Moscú, advierten en un informe de este mes que la combinación de un rublo firme y préstamos aún costosos podría enfriar la economía hasta llevarla a un escenario de estanflación: baja expansión económica con inflación persistente.
Este riesgo se acentúa ante la previsión oficial de que el crecimiento se desacelere hasta un rango del 0,5 al 1 %, frente al 4,3 % registrado en 2024. Así, las autoridades rusas enfrentan un delicado equilibrio: por un lado, un rublo fuerte que ayuda a contener la inflación y preservar el poder adquisitivo en un contexto social sensible; por otro, debilita la competitividad externa y reduce los ingresos fiscales en rublos provenientes de las exportaciones.


