Durante la Gran Guerra Patria los perros participaron en la lucha contra los fascistas al igual que los hombres: iban de reconocimiento, volaban trenes y carros de combate, ayudaban a detectar grupos de enemigos y francotiradores, entregaban instrucciones de combate, sacaban a los heridos del campo de batalla y, una vez terminada la guerra, ayudaron a quitar las minas de las ciudades.
En total, los frentes soviéticos contaron con más de 60.000 “soldados” cuadrúpedos. Para el final de la Guerra, la URSS llegó a ocupar el primer lugar por el empleo de perros con fines de guerra.
El primer criadero especial de perros de guerra y de deporte apareció en la URSS en noviembre de 1924, en Moscú. Entonces se planificaba utilizar a los perros para trabajos de reconocimiento, como enlaces y en servicios de guardia y sanitarios. Pronto criaderos similares aparecieron en otras ciudades del país. Al principio, cuando faltaban especialistas entrenadores, se involucró a cazadores y hasta a adiestradores de circo.
Al empezar la Guerra se inició no sólo una movilización universal, sino que también se exigió entregar a perros aptos para ser soldados en el Ejército. En aquel entonces los patios de las oficinas de reclutamiento se llenaron de perros atados a las cercas. En los primeros meses de la Guerra sólo los clubes de adiestramiento de Moscú y la provincia enviaron al frente cerca de 14.000 de sus “alumnos”.
Durante la Gran Guerra Patria los soldados cuadrúpedos destruyeron más de 300 carros de combate nazis, entregaron más de 200.000 mensajes, algo que fue muy importante cuando no había otros medios de comunicaciones, y llevaron 5.862 toneladas de municiones a las posiciones de tiro. Cerca de 700.000 heridos fueron sacados de los campos de combate en trineos con perros.
Los fieles amigos de cuatro patas fueron especialmente útiles a la hora de levantar minas en las ciudades soviéticas y europeas ocupadas por los alemanes. Los castillos de Praga, catedrales de Viena y otras joyas de la arquitectura y cultura mundial se conservan hasta hoy en día gracias al magnífico olfato de los caninos, que encontraron las minas sin importar su profundidad o posición. En 303 ciudades fueron limpiados más de 18.000 edificios y encontradas más de 4 millones de minas.
Los perros soldados acompañaban a sus adiestradores por todos lados. Así, en la batalla de Moscú, un grupo de carros nazis retrocedió al ver una manada de perros que corrían hacia ellos. Los alemanes ya conocían la táctica soviética de explotar los tanques con la ayuda de perros entrenados. Durante la defensa de Leningrado también se usaron perros adiestrados para volar los objetivos enemigos, comunicaciones ferroviarias y trenes. Se conservan los informes alemanes que mencionan estos perros “frenéticos”.
Es especialmente conocida la pastor alemán llamada Dina, que volaba carros, ponía minas y hacía otros trabajos de espionaje. Se especializaba en volar vías ferroviarias, dejaba los explosivos debajo de los rieles y se alejaba antes de que estallaran. Vivió hasta muy vieja.
Los perros-mensajeros también ayudaron mucho en la guerra. En una línea de comunicación siempre trabajaban dos perros y dos guías. Los guías se quedaban cada uno en su puesto, por ejemplo, uno en punto de comando y el otro en la trinchera. Los perros corrían de un guía al otro llevando mensajes cifrados en los bolsos de sus collares. El perro entregaba los mensajes sólo a uno de los guías o a la unidad militar a quien reconocía olfateándola. Por eso los guías se preocupaban de que su ropa siempre emanara un olor constante y conocido por los perros. Llevaban en los bolsillos un trozo de parafina empapado de una sustancia aromática con el que frotaban su ropa, gorro y cañas de las botas y, en caso de ser necesario, las suelas de las botas.
Además los guías se ataban en las botas suelas más grandes, lo que hacía que sus huellas destacaran entre las demás.
Los perros eran entrenados para trabajar bajo fuego y para no tener miedo al sonido de los tiros y misiles. Un ejemplo de valor es el del perro mensajero que en el invierno de 1944, en la región de Nikopol (Ucrania), cruzó nadando el río Dniéper tres veces bajo el feroz fuego de artillería y ametralladoras. A pesar del agua helada, las fuertes corrientes y las constantes explosiones de los misiles, el perro entregó mensajes de suma importancia.
En los periodos de relativa calma, los perros mensajero fungían de carteros, llevando cartas y periódicos, e incluso condecoraciones.
Los perros que detectaban minas se utilizaron en todos los frentes. Después de la Guerra muchos edificios de las ciudades soviéticas liberadas llevaban el siguiente cartel: “Limpio de minas” y a continuación los nombres de los sargentos y oficiales que dirigieron el trabajo. Esta fue una regla de los zapadores. Lo mismo hacían los que trabajaban con perros pues sólo los terrenos revisados por los perros se consideraban totalmente limpios y seguros.
Esta pléyade de perros zapadores también tiene sus héroes. Por ejemplo, el perro Dzhulbárs, que desde septiembre de 1944 hasta agosto de 1945 detectó 7.468 minas y más de 150 misiles en las ciudades de Rumanía, Checoslovaquia, Hungría y Austria, de lo cual existen múltiples testimonios documentales.
Dzhulbárs también es protagonista de una anécdota curiosa. Tenía que participar en el Desfile solemne de la Victoria del 24 de junio de 1945 en la Plaza Roja. Pero el perro zapador estaba herido tras una de sus peligrosas operaciones y no podía desfilar junto con otros animales, de lo que se enteró Stalin. Él ordenó que lo llevaran cargando por la Plaza Roja sobre su propio capote. Así, siguiendo esta orden, el entrenador canino, el teniente coronel Alexander Mazover, jefe de la Federación Internacional de Cinología de Servicio, llevó al herido Dzhulbárs encima del capote de Stalin por la Plaza Roja.
Fotos: RIA Novosti / Archivo