En el momento de la agresión contra la URSS, Alemania disponía de un gran potencial económico. El el frente oriental se concentraron 190 divisiones alemanas y de sus aliados, cuatro mil tanques, cinco mil aviones.
Al mismo tiempo, la URSS se preparaba masivamente para una posible guerra: un tercio del presupuesto servía para necesidades militares, producía activamente armamento y entrenaba a sus fuerzas para el combate.
Sin embargo, al comenzar la guerra, gran parte del armamento del Ejército Soviético no era tan moderno como el alemán, pero en cuanto a los soldados estaban casi parejos. Los soldados del Ejército Rojo eran 5.4 millones y los alemanes contaban en filas con 5.5 millones.
Además, solo un 10% de los jefes militares soviéticos tuvieron enseñanza militar superior, más del 70% de los comandantes hasta el momento del inicio de las acciones bélicas habían ocupado sus puestos menos de un año.
La Gran Guerra Patria comenzó por la noche del 21 al 22 de junio de 1941, cuando a las 3.15 am las primeras bombas alemanas cayeron a la ciudad de Sevastopol. Los bombarderos del Wermacht comenzaron el ataque de las unidades soviéticas desplegadas a lo largo de la frontera occidental. Por la tarde, un soldado alemán y ex comunista penetró al territorio soviético e informó del futuro ataque. El jefe del Estado Mayor soviético, Zhúkov, y el Comisario del pueblo de la defensa, Timoshenko, convencieron a Iósif Stalin que dirigiera al ejército una nota con instrucción de ocupar secretamente las posiciones de combate y esconder la aviación en los aeródromos de campo.
Esta instrucción tenía un carácter muy contradictorio: de un lado informaba sobre un posible ataque del ejército alemán que iba a ocurrir dos días después (el 22-23 de junio), lo que podia tratarse de una provocación. Tampoco era clara en cuanto a cómo distinguir a los atacantes. Más que movilizar, desorientó a los jefes. En cualquier caso, la instrucción no consiguió llegar a la mayoría de las unidades puesto que las líneas de comunicación telefónica ya habían sido cortadas por los paracaidístas alemanes.
En las primeras horas de la agresión fascista, que sufrieron decenas de ciudades soviéticas, vías ferroviarias, aeródromos, depósito de gasolina, depósitos de municiones, centros de transmisiones, la aviación alemana logró destruir por lo menos 1.200 aviones rusos, mientras que sólo perdió 200.
A las 5.30 de la mañana el 22 de junio, en una reunión de la dirección superior del país, Stalin seguía creyendo que los bombardeos de las ciudades soviéticas eran sólo una provocación. Solamente el embajador alemán pudo cambiar su opinión cuando le entregó por la mañana de ese día un memorándum que anunciaba que Alemania declaraba la guerra contra la Unión Soviética.
En las primeras tres semanas el ejército soviético sufrió enormes pérdidas: seis mil tanques, 3.500 aviones, un millón de prisioneros у 850 mil muertos e heridos. Durante los primeros cinco meses de la guerra el Ejército soviético perdió entre muertos, heridos, prisioneros y desaparecidos más de cinco millones de personas. Se perdieron aproximadamente la mitad de las fuerzas cerca de las fronteras occidentales.
La causa de este fracaso radicaba no sólo en lo inesperado del ataque fascista, sino también en su superioridad ante el Ejército Rojo, el desarrollo insuficiente de la infraestructura y las comunicaciones soviéticas, y a que casi no se usaba la inteligencia aérea.
Aunque en algunas tropas del Ejército Soviético reinaba el pánico durante las primeras semanas, una parte considerable de los soldados rusos resistía hasta el final: los aviones incendiados realizaban espolonazos, los tanquistas se negaron a entregarse y explotaban sus unidades. Según los recuerdos de un oficial alemán, “no se nos producía el sentimiento (de victoria) que habíamos tenido en Francia. Aquí encontramos sólo resistencia, siempre la resistencia, por desesperada que fuera”. Observaciones semejantes tuvo el general Galdera, el jefe del Estado mayor de las tropas terrestres de Alemania: “… los rusos siempre luchan hasta la última persona”.
Una de las hazañas de los soldados soviéticos más destacadas fue la historia de los defensores de la fortaleza de Brest (situada en Bielorrusia actual). El mando alemán iba a ocupar la fortaleza durante las primeras horas de la guerra. En el momento del ataque en ella se encontraban de 7 hasta 8 mil soldados soviéticos, vivían allí 300 familias de los militares. Desde los primeros minutos de la guerra la ciudad de Brest y la fortaleza sufrieron el bombardeo de artillería y la fuerza aérea, los duros combates se desenvolvieron en la frontera, en la ciudad y fortaleza. Una completa división de infantería alemana, cerca de 17 mil soldados y oficiales, atacó la fortaleza.
El fuego de la artillería alemana destruyó los almacenes, conductos de agua, muchos soldados murieron en el acto. Hasta finales del día los alemanes pudieron ocupar sólo una parte de la fortaleza, pero tres mil soldados que quedaron vivos, armados con palas y cuchillos, realizaron un contraataque y se apoderaron del almacén con armas.
En dos meses los defensores de la fortaleza de Brest rechazaron ataques de más de 12 mil alemanes que tuvieron a su disposición los tanques y aviones. Sobre el valor firme de los combatientes dicen sus inscripciones sobre las murallas de la fortaleza: “Hemos sido cinco personas: Sedov, Grútov, Bogoliub, Mikháilov, Selivánov. Hemos tenido el primer combate el 22 de junio de 1941. Moriremos, pero no nos iremos de aquí …”, “el 26 de junio de 1941. Hemos sido tres, ha sido difícil, pero no hemos perdido el ánimo y estamos muriendo como héroes”. Escondidos en los extensos subterráneos de la fortaleza, sus últimos defensores – solos y desesperados – lucharon hasta agosto de 1941.
BREST: UNA ANTICIPACIÓN DE LA VICTORIA
La preparación para la defensa
El ataque alemán que derrotó una línea del ejército soviético, impresionó a Stalin. Al conocer de la caída de Minsk, Stalin se fue de la ciudad, el 29 y el 30 de junio no apareció por el Kremlin y no se acercaba al teléfono. La primera información sobre el ataque de la Alemania fascista a la Unión Soviética se la transmitió el comisario del pueblo de Asuntos Exteriores, Viacheslav Mólotov, que acabó su informe con las palabras que se convirtieron en lema de todas las declaraciones oficiales del poder soviético: "Nuestra causa es justa. El enemigo será derrotado. La victoria será nuestra".
Stalin se dirigió por primera vez al pueblo soviético el 3 de julio de 1941. Todo el país lo esperaba, muchos se quedaron asombrados ya con el mismo comienzo de su discurso: el jefe, dirigiéndose a los ciudadanos de la URSS, no les llamó como habitualmente "camaradas", sino "hermanos", "amigos míos". Stalin subrayó: "La guerra con la Alemania fascista no es sólo la guerra de dos ejércitos. Es una cuestión de vida o muerte de los pueblos de la URSS, se decide si seran libres o se convertirán en esclavos".
Los que oyeron aquel discurso posteriormente recordaron que había producido una impresión enorme en la gente, había unido al pueblo, como si hubiera despertado a todos y les hubiera sacado del estado del pánico febril de los primeros días de la guerra. El pueblo tomó la decisión de luchar hasta la última gota de sangre.
El 23 de junio de 1941 se crearon los Cuarteles Generales para la dirección estratégica de las Fuerzas Armadas. Con el fin de realizar la dirección operativa de las operaciones militares el 30 de junio de 1941 apareció el Comité Estatal de la Defensa, que así como los Cuarteles Generales de las Fuerzas Armadas, estuvo encabezado por Iósif Stalin. El Comité Estatal de la Defensa se convirtió en el órgano principal del poder en el país y de facto sustituyó al gobierno.
El primer día de la guerra comenzó con la movilización en masa de la población. Miles de voluntarios hacían colas en las comisarías militares.
El 29 de junio de 1941 la URSS establece el estado de guerra. Volvió el sistema de racionamiento por los productos básicos, aumentaron las jornadas de trabajo y anularon las vacaciones. Desde aquel entonces toda la vida del país se dirigió a abastecer la victoria. Todos los programas informativos de radio empezaban con la canción patriótica 'La Guerra Sagrada'. La frase "¡todo para el frente, todo para la victoria!" se convirtió en lema. Elaboraron el plan económico- militar de producción de todo tipo de armamentos y pertrechos y las empresas empezaron a trabajar sólo para satisfacer las necesidades del frente.
El fracaso de la “guerra relámpago”
Durante tres semanas las tropas alemanas avanzaron entre 300-600 kilómetros hacia el centro del país por todos los frentes. El Ejército Soviético retrocedía en todos lados. Fueron ocupadas Letonia, Lituania, Bielorrusia, la orilla derecha del río Dniéper de Ucrania y casi toda Moldova.
Las tropas soviéticas consiguieron detener a los nazis sólo en la región de Smolensk. La defensa de la ciudad duró un mes. Ese mes significó una verdadera salvación para las tropas soviéticas, que lograron reunir las fuerzas necesarias para defender Moscú.
Mientras en el centro del país las tropas alemanas afrontaban dificultades, en los flancos la ofensiva se desarrollaba impetuosamente.
En tan solo unas cuantas semanas, el grupo de Ejércitos “Norte” ocupó todo el territorio del Báltico. El 9 de septiembre fue sitiada la ciudad de Leningrado y diez días después fue rodeada Kiev. Tras tomar la capital de Ucrania, las divisiones del grupo “Sur” se dirigieron a Donbass y Crimea. En octubre cayó Odessa.
Los nazis encontraron una fuerte resistencia por parte del Ejército Rojo, a pesar de que este último continuó retrocediendo y sufrió enormes pérdidas. Los fascistas no consiguieron tomar ninguna ciudad con la rapidez planeada. Las pérdidas de los agresores superaron las que el Wehrmacht sufrió durante dos años de guerra en Europa Occidental: en tres semanas, las fuerzas armadas alemanas perdieron dos mil tanques, alrededor de mil aviones y aproximadamente 100 mil soldados, entre muertos y heridos.
En unos meses los grupos “Centro” y “Norte” se acercaron a sus metas principales: Leningrado, que Hitler pretendía borrar de la faz de la tierra; y Moscú, que el Führer soñaba con ocupar. Sin embargo, sus fantasías no se hicieron realidad. Los habitantes de Leningrado defendieron su ciudad pese a los 900 días de bloqueo.
A fines de septiembre, Hitler, enfurecido, envió sus fuerzas armadas a Moscú. Las resistencia de los soldados y las operaciones de los guerrilleros cancelaron sus ambiciosos planes.
La defensa de Moscú y la derrota de los nazis tuvo una gran importancia no sólo para la URSS y sus ciudadanos, sino también para todos los países participantes de la Segunda Guerra Mundial. Se desmoronó así el mito de la invencibilidad del Ejército alemán, que por primera vez retrocedió. En ese momento quedó claro que la Blitzkrieg o “guerra relámpago” era un fracaso.
Infografía "Las tres primeras semanas de la guerra relámpago"