Vasili Záitsev es uno de los francotiradores más famosos del mundo. Durante el período del 10 de noviembre al 17 de diciembre de 1942, en la batalla de Stalingrado, abatió a 225 soldados y oficiales fascistas, incluidos 11 francotiradores.
Nacido el 23 de marzo de 1915 en una aldea de la región rusa de Cheliábinsk en una familia de campesinos, desde la niñez tuvo relación con la caza, primero con el arco y más tarde con armas de fuego, de las cuales la primera fue un obsequio de su abuelo que recibió cuando sólo tenía 12 años de edad. Estudió en la escuela técnica de Magnitogorsk y sirvió como contable en la Escuadra Soviética del Lejano Oriente.
Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, Vasili tenía 26 años y ya era no sólo un excelente tirador, sino también un maestro del camuflaje y la paciencia. Tenía todas las cualidades de un francotirador profesional: agudeza visual, oído sensible, firmeza, sangre fría, valentía y astucia militar. Sabía escoger las mejores posiciones, camuflarse; se escondía de los soldados enemigos en los lugares donde nunca esperaban encontrarlo. El reconocido francotirador batía a su oponente implacablemente.
Cara a cara con el enemigo
El duelo de Záitsev contra el jefe de la escuela berlinesa de francotiradores, el comandante König (según otra versión su nombre real sería Heinz Thorvald), le granjeó al francotirador fama mundial. König había sido enviado a Stalingrado con el objetivo de orientar el trabajo de los francotiradores en el Ejército alemán y eliminar personalmente al famoso francotirador soviético, destruyendo de ese modo la leyenda de su invencibilidad y levantando así el espíritu combativo de los soldados de la Wermacht.
Vasili Záitsev escribió sobre ese duelo: "Conocía 'la firma' de los francotiradores fascistas por el carácter de sus disparos, su camuflaje y en seguida distinguía a los tiradores más profesionales de los novatos, a los cobardes de los enemigos valientes y resolutivos".
"Sin embargo el carácter del 'superfrancotirador' alemán era un secreto para mí. Las observaciones diarias de nuestros compañeros no daban ningún resultado. Era difícil decir en qué parte se encontraba. Probablemente cambiara sus posiciones con frecuencia y me buscaba con la misma precaución con la que yo le buscaba a él. Un día el alemán le destrozó el visor óptico del rifle a mi amigo Morózov e hirió a Sheikin. Morózov y Sheikin se consideraban francotiradores muy profesionales, conseguían triunfos en los enfrentamientos más difíciles. Ya no tenía dudas de que se habían tropezado con el 'superfrancotirador' fascista que buscaba yo".
"Al amanecer Nikolái Kulikov y yo ocupamos las mismas posiciones en las que el día anterior estuvieron nuestros compañeros. Observando el conocido paisaje no descubro nada nuevo. Termina el día. De repente, sobre la trinchera fascista aparece inesperadamente un casco y se mueve despacio a lo largo de la trinchera. ¿Disparar? ¡No! Es una trampa; el casco empieza a balancearse de manera artificial, es probable que lo lleve el ayudante del francotirador, él mismo espera que yo me descubra por mi disparo".
"’¿Dónde se oculta?’, le pregunté a Kulikov cuando por la noche abandonábamos nuestro escondite. Por la paciencia que manifestó el enemigo durante el día, adiviné que el francotirador berlinés había estado aquí".
"Pasa el segundo día. ¿Quién de nosotros tendrá los nervios más fuertes? ¿Quién resultará ser más astuto?".
"Observé con mucha atención durante mucho tiempo las posiciones de los enemigos pero no encontré su escondrijo. Continúo observando".
"Entre el tanque y el fortín se encuentra una plancha de hierro con un montículo de ladrillos rotos. Lleva allí ya mucho tiempo. Me imagino en el lugar del adversario y me pregunto: ¿Dónde sería mejor situar el puesto de francotirador? ¿Ocuparía la posición bajo aquella plancha?".
"A lo mejor se oculta allí, bajo la lámina de hierro en la zona neutral. Decidí comprobarlo. Puse una manopla en una tablilla, la levanté. El fascista se dejó engañar. Un impacto directo, seguro que está debajo de la plancha".
"Es necesario hacerle aparecer y apuntar por lo menos a una parte de su cabeza. Ahora es inútil tratar de conseguirlo. Necesito tiempo. Pero ya conozco el carácter del fascista. No cambiará esa posición tan buena. Nosotros por nuestra parte teníamos que cambiar la posición obligatoriamente".
"Nos quedamos hasta el amanecer. El sol salía muy rápido y con la llegada del día el combate se desarrolló con más fuerza. Pero ningún ruido pudo distraernos de cumplir nuestra tarea".
"Durante la primera parte del día decidimos hacer una pausa, pues el brillo de la óptica podía delatarnos. Por la tarde nuestros fusiles estaban en la sombra, mientras que sobre la posición del fascista caían directamente los rayos del sol. En un borde de la plancha algo brilló: ¿Un trozo de cristal o el visor óptico? Con mucho cuidado, como sólo lo puede hacer el francotirador más experto, Kulikov empezó a levantar el casco. El fascista disparó. El hitleriano pensó que había asesinado por fin al francotirador soviético al que intentaba cazar desde hacía cuatro días y mostró su cabeza. Con eso contaba yo. Mi impacto fue preciso. La cabeza del fascista bajó y el visor óptico de su fusil, inmóvil, continuó brillando bajo el sol hasta la noche...".
"Al atardecer, nuestros soldados atacaron a los alemanes y en el fragor del combate sacaron de la hoja de hierro al comandante fascista muerto. Tomaron sus documentos y los llevaron a su jefe de división".
Esta parte de la historia de Vasili Záitzev fue inmortalizada en la película Enemigo a las puertas (2001) donde el papel del francotirador ruso lo interpreta el actor británico Jude Law.
Después de la batalla
Vasili no tuvo la posibilidad de celebrar con sus compañeros de combate la victoria sobre los hitlerianos en la batalla de Stalingrado. En enero de 1943 pisó una mina, recibió graves heridas y casi quedó ciego. Tras varias operaciones quirúrgicas los médicos consiguieron devolverle la vista. El 22 de febrero de 1943 recibió el título de Héroe de la Unión Soviética.
Al recobrarse de las heridas, Vasili continuó entrenando a los francotiradores hasta los últimos días de la guerra, dirigió una sección de morteros y más tarde una compañía militar.
Después de la Guerra, Záitsev escribió dos manuales para francotiradores, se graduó en un instituto de producción textil y de industria ligera. Trabajó como director de una fábrica de maquinaria, como director de la fábrica de confección Ucrania y como responsable del Instituto de la Industria Ligera. Continuó siendo aficionado al tiro con escopeta hasta los últimos días de su vida. Incluso ya en la vejez no perdió su acierto.
Murió el 15 de diciembre de 1991. A pesar de su último deseo, ser enterrado en Stalingrado, lo enterraron en Kiev. Y en 2006, gracias a los esfuerzos de su viuda, Zinaída Záitseva, las cenizas de Vasili Záitsev fueron trasladadas al monumento conmemorativo de la batalla de Stalingrado Mamáyev Kurgán, a las afueras de Volgogrado (nombre actual de Stalingrado).
Imágenes: RIA Novosti