"Nosotros queremos, nosotros merecemos una mejor vida. Nosotros no participamos en la revolución del 25 de enero para terminar con un terrible líder y con los Hermanos Musulmanes, que piensan que solo ellos pueden beneficiarse de Egipto sin dar un pedazo a la gente", dijo a RT Peter Farag, un empresario egipcio.
Pero, ¿hasta cuándo las calles estarán impregnadas de reivindicaciones? Por lo que se ha visto por ahora, estos levantamientos sociales solo han logrado llevar inestabilidad al país.
Simplemente nos gusta salir a las calles y eso se está convirtiendo en un ritual
"Yo creo que los egipcios quieren ver resultados rápidos. Quieren ver gente que está realmente comprometida con el cambio, pero si este no llega… Creo que simplemente nos gusta salir a las calles y que eso se está convirtiendo en un ritual. Necesitamos salir de esta dinámica y empezar a construir", afirmó el jurista Salah Salad.
Construir pero ¿a partir de qué? ¿Cuáles son los cimientos? La sociedad egipcia está fragmentada por aquellos que tienen la esperanza de erigir un estado con mejoras para sus ciudadanos y los que se conforman con lo que tienen, quizá ahogados por el desánimo de los anteriores intentos de cambio.
De acuerdo al último informe del centro Pew Research solo el 30% de la población piensa que su país está encaminado en la dirección correcta. Y el 56% muestra un profundo descontento con el sistema democrático.
Según Nevin Assem, cuyo hermano pereció en los recientes enfrentamientos, "la revolución no ha traído ningún resultado positivo para el pueblo. Es como si la revolución no hubiese siquiera comenzado. En Egipto nadie es feliz. Si caminas por la calle todos están en depresión, todos hablan sobre los problemas por los que atraviesa el país".
En nada podrían quedar las numerosas vidas que se llevó la revolución. Cadáveres que son el rastro de una primavera árabe que no ha florecido en Egipto sino todo lo contrario. El país se deshoja viendo como ha pasado de ser una potencia regional a conformar una sociedad inmersa en una lucha fratricida con un saldo de familias rotas, miles de huérfanos, viudas y jóvenes muertos.
Desde aquel día en que la revolución empezó no hemos visto un día feliz
"Nosotros solíamos ir a casa a las 3 de la tarde felices y decíamos que nuestra nación era un lugar de paz y seguridad. Pero todo eso ha cambiado", dice la madre de Amal Ahmed El-Senoussy. Esta mujer sabe bien lo cruel que puede ser este convulso periodo. Su hijo, un reportero gráfico de 26 años, filmó su propia muerte. Ahmed grababa a un francotirador del Ejército, el soldado se volvió y apuntó con el rifle hacia su cámara. Fue el último disparo que escuchó el joven. Una historia que refleja el estado de ánimo de un pueblo.
"Egipto está triste. La población ya no se siente segura. No hay felicidad en nuestros corazones. Desde aquel día en que la revolución empezó no hemos visto un día feliz. Todo está yendo de mal en peor", afirma la mujer.
Aunque en este pozo sin fondo, parece demasiado aventurado decir que lo peor ya pasó.