Casi la mitad de Europa está cubierta de polvo negro. La nube de ceniza que expulsó el volcán del glaciar islandés Eyjafjallajökull provocó que varios países suspendieran vuelos hasta el lunes.
La nube es peligrosa para los aviones, pues contiene partículas de piedras y silicatos que pueden afectar el funcionamiento de los motores, lo que está costando a las aerolíneas europeas 200 millones de dólares diarios, además de ocasionar que miles de personas de diferentes países estén varadas en los aeropuertos.
La corresponsal de RT, Rocío Rodríguez, se encuentra entre los atrapados en el aeropuerto de Barajas, en Madrid. Informa que la gente duerme en el suelo y en los bancos esperando la “más mínima oportunidad para volar”.
“Fuera del recinto hay muchísimos autobuses” así que “en vez de un aeropuerto, parece una estación de autobuses”. Las compañías de autobuses están ofreciendo a los varados como alternativa viajar a Francia, Bélgica o Italia.
“La gente se quiere ir como sea, hasta tal punto es su desesperación que han desbordado el servicio de coches de alquiler”, dice nuestra corresponsal, que se encuentra sin esperanza de regresar a Moscú este día.
Esta mañana estaban cerrados 17 aeropuertos españoles, y a las 15.30 hora de España, AENA (Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea) anunció que los reabriría a lo largo de la tarde.
Unos 17.000 vuelos fueron anulados el sábado en los aeropuertos europeos. En Rusia fueron cancelados no sólo los vuelos de Moscú y San Petersburgo, sino también de otras ciudades importantes del país.
Al igual que la gente común y corriente, muchos líderes mundiales también se han visto obligados a cambiar sus planes de viajes. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y la canciller federal alemana, Angela Merkel, entre otros, cancelaron sus respectivos viajes a Polonia, a donde acudirían para los funerales del presidente polaco, Lech Kaczynksi, y su esposa este domingo.
El volcán islandés hizo erupción hace unos días por segunda vez en el mes. Los habitantes de Islandia fueron evacuados de la zona, donde una gran columna de humo reduce la visibilidad casi a cero. Los científicos temen que la erupción pueda despertar a otro volcán cercano, el Katla, que es más grande, lo cual ocasionaría fuertes inundaciones por estar cubierto de hielo glacial.
De ser así, las comunicaciones aéreas resultarían obstaculizadas durante semanas e incluso meses, acarreando consecuencias económicas mayores para los operadores aéreos.
Los expertos confiesan que es muy difícil predecir la evolución de la actividad del volcán, cuya última erupción registrada se remonta a 1821. En aquel entonces, sus expulsiones de ceniza duraron más de un año.