El incidente ocurrió a finales de abril durante una operación conjunta de las fuerzas afganas de seguridad nacional y las tropas australianas de operaciones especiales en la provincia de Zabul, en el sur de Afganistán. La operación acabó con la muerte de cuatro insurgentes, informa la cadena australiana ABC.
De momento la Fuerza de Defensa de Australia informó que se ha abierto una investigación y está en curso. La Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF), que tiene el mando general de las tropas internacionales en Afganistán, también dice que se ha tomado en serio el caso y lo va a investigar. Anteriormente el jefe de la Fuerza de Defensa, el general David Hurley, calificó de "mala" la conducta de estos soldados.
Las tropas australianas están obligadas a recoger las huellas dactilares y a escanear el iris de cada combatiente talibán muerto cuando sea posible hacerlo. El Servicio de Investigación de la Fuerza de Defensa australiana (ADFIS, por sus siglas en inglés) instruía a sus soldados que no importaba cómo tomaran las huellas dactilares, lo importante era conseguirlas, y les decía que era aceptable cortar las manos de los muertos y llevarlas a la base para la toma de las huellas dactilares.
La mutilación o maltrato de los cuerpos de los muertos es una violación de las leyes de guerra, según el artículo 15 del primer Convenio de Ginebra.
La coalición militar en Afganistán, liderada por EE.UU., está involucrada en un sinnúmero de incidentes de este tipo. Entre los últimos casos que han tenido gran resonancia figura el caso de decenas de civiles desaparecidos en la provincia central de Afganistán, Wardak. En mayo pasado cerca de la antigua base militar de EE.UU. en esta provincia descubrieron el cadáver sin pies de un afgano desaparecido.