Rachel, cuyo interés por las consecuencias de los alimentos genéticamente modificados comenzó cuando tuvo que hacer una presentación para su clase sobre el tema hace dos años, dirige ahora su propia campaña juvenil anti Monsanto.
Durante la entrevista, la menor denunció la falta de pruebas consistentes de que los alimentos genéticamente modificados no produzcan efectos nocivos para la salud, pues, según revela, el test más largo que Monsanto ha realizado a sus productos ha durado 90 días, lo cual impide saber cómo sus OGM afectan a largo plazo a la población o al medioambiente.
Si van a manipular nuestros alimentos deberíamos saberlo y nosotros somos quienes quizá tengamos que vivir con las consecuencias, así que, ¿no deberíamos estar informados?"Creo que se trata de nuestro futuro. Si van a manipular nuestros alimentos deberíamos saberlo y nosotros somos quienes quizá tengamos que vivir con las consecuencias, así que, ¿no deberíamos estar informados?", argumentó la menor.
Asimismo, etiquetar los productos que procedan de alimentos transgénicos es esencial "para que los consumidores puedan tener una opinión formada" de lo que ingieren, subraya Rachel, con objeto de ejercer su derecho a decidir qué comen y qué no.
La joven recordó además la falta de opciones que, respecto a este tema, existe en EE.UU. y Canadá, donde los alimentos genéticamente modificados no están etiquetados.
Tras ser acusada por O'Lary de que su defensa del movimiento anti Monsanto supone ir contra la ciencia, Rachel respondió que lejos de oponerse a ella, con su labor aboga por "una ciencia responsable y un progreso ético".