El fusilamiento de los 335 italianos tenía como objetivo castigar un atentado que los partisanos realizaron en Roma y en el que murieron 32 alemanes. "Diez italianos por cada uno de los nuestros", dijo Priebke que fue la orden de Adolf Hitler.
Después de la derrota de la Alemania nazi logró huir a Argentina, donde vivió durante más de 50 años después de la guerra.
Priebke fue condenado a cadena perpetua en 1998 pero, debido a su avanzada edad y a su deteriorado estado de salud, se le permitió cumplir sentencia bajo arresto domiciliario en Roma.
La decisión causó la indignación pública, ya que muchos consideraban que las condiciones en las que vivía Priebke eran demasiado cómodas.