"Cuando la Unión Soviética colapsó, EE.UU. se alzó como la superpotencia hegemónica. Parecía que el país había resuelto todos sus problemas. El mundo lo envidiaba. Pero las cosas han cambiado. La historia ha vuelto para vengarse", escribe Migranyan en su artículo 'El mito del excepcionalismo estadounidense' en la revista 'The National Interest'.
Los estadounidenses se consideran a sí mismos una nación excepcional desde hace siglos y solo ahora empiezan a darse cuenta de las dificultades que tienen, subraya el politólogo. El término 'excepcionalismo estadounidense' fue acuñado por el historiados francés Alexis de Tocqueville en su obra 'La democracia en América' (1835-1840). A partir de los años 20 del siglo pasado el término empieza a utilizarse ampliamente. El currículo de las universidades del país incluye un curso titulado 'El excepcionalismo estadounidense', la asignatura llamada 'El excepcionalismo estadounidense y los derechos humanos' forma parte también del Yale World Fellows Program, un programa de la Universidad de Yale que tiene como objetivo formar una red de nuevos líderes globales emergentes: en él cada año participan unas 18 personas seleccionadas entre jóvenes profesionales de todo el planeta.
El mito presenta a EE.UU. como una tierra prometida que da a los ciudadanos una oportunidad sin precedentes para conseguir la prosperidad y la libertad personal. Por otra parte, la nación estadounidense tiene una misión de liderazgo mundial que consiste en ilustrar al resto del planeta y difundir los valores y las instituciones de la democracia. Los problemas llegan cuando los mitos "se enfrentan con la realidad oscura", acentúa Migranyan. "Es muy peligroso cuando los políticos y la sociedad no se percatan de que la brecha entre la ideología y la realidad se está transformando en un profundo precipicio", comenta.
A pesar de su deuda colosal y de sus acentuados problemas sociales, EE.UU. sigue siendo un centro clave de la influencia económica mundial. El país sigue cultivando la idea de su 'excepcionalismo', pero está perdiendo los elementos de este 'excepcionalismo' uno tras otro, insiste el analista. Uno de los postulados principales –la importancia del trabajo individual como herramienta para lograr la prosperidad personal y colectiva- cae en el olvido: actualmente como mínimo un 35% de la población está inactiva y vive de los subsidios estatales. Hay políticos conservadores que insisten en que esta situación convirtió a EE.UU. en un país 'niñera' e hizo que los estadounidenses perdieran su estilo de vida.
En cuanto al otro fundamento del 'sueño estadounidense' –la idea de que cualquier persona puede escalar infinitamente en la escala social independientemente de su origen, religión o nivel económico familiar–, cabe decir que el índice de la movilidad vertical en EE.UU. es uno de los más bajos entre los países desarrollados. Según el Centro de Investigación Pew, en EE.UU. los ingresos y la educación de los padres resultan más determinantes para la situación social del individuo que en Canadá o en Europa septentrional u occidental.
El postulado de que la sociedad estadounidense casi no está dividida en clases tampoco se corresponde con la realidad, insiste Migranyan. Desde los años 70 del siglo XX la clase media está disminuyendo, mientras que el número de pobres aumentó en 15 millones de personas en lo que va del siglo XXI. El 80% de los estadounidenses admiten que han estado desempleados más de un año, que se encuentran al borde de la pobreza o que han dependido de la asistencia social en algún momento de su vida, según las encuestas. Al mismo tiempo, por primera vez en la historia del país los ricos (un 1% de la población) tienen en sus manos el 19,3% del total de los ingresos familiares.
Hace tiempo el sistema político de EE.UU. fue un patrón que muchos países intentaron copiar. Hoy en día, la Constitución del país, un orgullo nacional y otra base de su mito sobre el 'excepcionalismo', se está quedando anticuada. Debido al sistema de división de los poderes y de controles y contrapesos estipulado por la Constitución, el Gobierno de EE.UU. paró sus actividades y todavía no ha podido reanudarlas. Un 'default' que puede enterrar tanto la economía del país como la de todo el mundo en cuestión de días.
En cuanto a la política exterior del país, tampoco resultó eficaz, concluye Migranyan. Tras iniciar prolongadas y dolorosas campañas en Irak y Afganistán, Washington se retira de los dos países sin conseguir objetivos importantes ni estabilidad. Junto con Francia e Italia, EE.UU. intervino en Libia y eliminó el poder estatal del país como tal. Como resultado, nadie tiene ni idea de qué va a suceder ahora en Libia. La Casa Blanca no sabe qué hacer con un Egipto desestabilizado con su apoyo, y se ve sumergida en el conflicto sirio. "Empezó una nueva era en la que EE.UU. debe aprender a negociar con sus socios y aliados teniendo en cuenta sus intereses, y crear coaliciones para resolver problemas urgentes que ni siquiera un país influyente como EE.UU. puede solucionar en solitario", opina el analista.