Según el Pentágono, Marshall predijo la caída de la Unión Soviética, el aumento de la prominencia global de China, el papel de las armas autónomas y los robots en las guerras, e incluso ayudó a poner fin a la Guerra Fría.
De acuerdo con 'The Washington Post', frente a los recortes presupuestarios, el secretario de Defensa, Chuck Hagel, está considerando 'deshacerse' de su fiel servidor, que fue nombrado en su cargo en tiempos de Nixon y que ha sido ratificado en su puesto por todos los presidentes estadounidenses desde entonces.
Aunque nadie sabe a ciencia cierta cuánto cuesta mantener a Marshall y su Oficina de Evaluación, los expertos calculan que el funcionamiento del organismo podría estar costando al contribuyente estadounidense alrededor de 10 millones de dólares al año, simple calderilla comparado con los 525 miles de millones de dólares al año del presupuesto de Defensa, pero lo suficiente para enfrentar el escrutinio en un momento de crisis como el actual.
Para John Arquilla, profesor de la Escuela Naval de Posgrado en Monterey, California, el intelecto de Marshall es comparable al de Einstein. "El cerebro de Marshall está muy interconectado y tiene una gran flexibilidad". Arquilla destacó que la avanzada edad de Marshall no ha ralentizado sus capacidades. "Su mente es tan aguda como siempre", añadió.
El cerebro de Marshall está muy interconectado y tiene una gran flexibilidad
Sin embargo resulta difícil valorar el precio de sus servicios, pues Marshall ha publicado escasos informes en los últimos años y todo su trabajo es altamente secreto, por lo que prácticamente nadie tiene acceso a él, salvo el secretario de Defensa estadounidense.
No obstante, en una conferencia con los medios, Marshall predijo en 2003 que el próximo cambio radical en el campo de batalla serían los 'dispositivos robóticos': "Vehículos no tripulados, dispositivos submarinos no tripulados y pequeños dispositivos que podrían suponer un cambio en las guerras urbanas al ser capaces de rastrear edificios".
Además, este visionario predijo que la próxima gran batalla de EE.UU. se libraría desde detrás de una pantalla de ordenador o con armas químicas y biológicas, y que los objetivos militares tradicionales darían paso a nuevos objetivos estratégicos como el agua y la infraestructura energética, aparte de advertir de una gran guerra con China que, por ahora, no ha tenido lugar.