El entonces presidente George W. Bush firmó la ley que sacó a Mandela y otros líderes sudafricanos de la lista en julio de 2008, más de una década después de que cayera el régimen del apartheid.
Las autoridades sudafricanas prohibieron el Congreso Nacional Africano (CNA) dirigido por Mandela en 1960. Por su batalla contra el sistema legalizado de segregación racial lo calificaron de organización terrorista. Los líderes del Congreso acabaron en el exilio o en las prisiones del país.
Mandela salió en libertad en 1990, tras pasar encarcelado 27 años de su vida. Solo tres años antes de eso, en 1987, tanto Washington como Londres se referían al CNA como "una organización terrorista típica". Asó lo llamó la ex primera ministra británica Margaret Thatcher cuando anunció en 1987 que el Reino Unido no impondría sanciones contra el régimen del apartheid, siguiendo el ejemplo del entonces presidente estadounidense Ronald Reagan.
En 1992 fue la última vez que en las elecciones de Sudáfrica votaron solamente los blancos. En 1993 Mandela recibió el Nobel de la Paz. En 1994 la población negra ejerció su derecho al sufragio y el Congreso Nacional Africano resultó amplio vencedor en los comicios parlamentarios, mientras que el líder del movimiento ganó el mandato presidencial. Sin embargo, en los siguientes 14 años tanto el propio Mandela como otros miembros del CNA no pudieron visitar EE.UU. sin una exención expedida por el secretario de Estado, según dictaban las restricciones impuestas por la lista de terroristas vigilados. Tenían el derecho a viajar a la sede de la ONU en Nueva York, pero no a Washington DC u otras partes de EE.UU.
Ahora Occidente se postula "como si tuviera una superioridad moral sobre el resto del mundo", pero en realidad "tiene mucho que callar", insiste el analista internacional Juan Antonio Aguilar. Tanto EE.UU., como el Reino Unido siempre vieron a Mandela como a un enemigo, acentúa.
El líder sudafricano "fue víctima de toda aquella guerra de espías que realizaban los servicios secretos, la CIA incluida" y fue esa guerra la que le hizo pasar 27 años en la cárcel, pero ni EE.UU. ni el Reino Unido, que apoyaban el régimen del 'aparteid', pidieron jamás perdón por eso, subraya Aguilar.