Poco después, el presidente de Sudán del Sur, Salva Kiir, informó sobre un intento de golpe de Estado perpertrado por los miembros de su propia guardia presidencial aliados con Riek Machar, el ambicioso exvicepresidente que fue destituido en julio pasado. Desde entonces, el país se encuentra desestabilizado por los combates entre las fuerzas gubernamentales y los miembros del Ejército leal a Machar –a quien el Gobierno culpa de los choques– forzando a decenas de miles de personas a abandonar sus hogares y buscar refugio en los campos de la ONU.
A cambio del apoyo financiero, material, político y diplomático recibido de Occidente, el nuevo Gobierno de Yuba firmó un pacto con el diablo con sus patrocinadores para abrir su economía al capital financiero internacional y a los intereses de las multinacionales
El presidente pertenece al grupo étnico más poderoso y grande del país, los dinkas, mientras que el funcionario depuesto es miembro de otra etnia, nuer. El analista señala que la brutal violencia étnica ha estallado entre los dos grupos con una fuerte participación de las fuerzas gubernamentales. Yuba insiste en que sus fuerzas solo protegen a los civiles y no han participado en las masacres, a pesar de que numerosos informes de las fuerzas de seguridad apuntaban arbitrariamente contra los nuer.
El analista político asegura que la crisis actual tiene unas raíces étnicas innegables. Sin embargo, afirma que el quid del problema es político. La corrupción desenfrenada y los abusos de la autoridad gubernamental en el campo político y económico han dividido el partido en el poder (Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán, MLPS), mientras que la incapacidad del Estado para proveer servicios básicos y aliviar la pobreza ha causado desencanto generalizado en una sociedad que había confiado en que la independencia traería la paz duradera.
El MLPS recibió el apoyo de EE.UU. y de Israel a lo largo de la guerra civil librada entre los rebeldes del sur y el Gobierno de Sudán, que siempre ha tenido relaciones poco amistosas con Occidente y se había oriendato hacia China para el desarrollo conjunto de la riqueza petrolera del país antes de su separación. El objetivo de Occidente era dividir Sudán y privar a Jartum del territorio de relevancia económica en el sur, donde se encuentra la mayoría de los yacimientos petroleros. A cambio del apoyo financiero, material, político y diplomático recibido de Occidente, el nuevo Gobierno con sede en Yuba, la capital del flamante Estado de Sudán de Sur, un pacto con el diablo con sus patrocinadores para abrir su economía al capital financiero internacional y a los intereses de las multinacionales. El Gobierno de Yuba incluso solicitó la incorporación al Fondo Monetario Internacional antes de haber logrado oficialmente la independencia de Sudán, recuerda Nilo Bowie.
A pesar de apoyar la independencia del sur con fuerza diplomática y ayuda militar, EE.UU. todavía no ha sido capaz de aprovecharse del sector petrolero del país, ya que la economía paralizada de Yuba sigue estando dominada por empresas asiáticas, principalmente de China. Sudán del Sur debe utilizar los oleoductos que discurren por Jartum para exportar su petróleo.
Actualmente, Sudán del Sur se encuentra ante el abismo de una brutal guerra civil y el analista Nile Bowie plantea que los responsables de Occidente se pregunten si el diálogo de apoyo y reconciliación entre las partes en un Sudán unificado no sería más sabio que los cimientos de una nación que se ve estremecida por la inestabilidad desde su creación.