Los activistas defensores de los derechos de los cetáceos, que grabaron el video y tomaron las fotos, admiten haber detectado este lugar de matanza hace años. Incluso filmaron ya un documental, 'The Cove', galardonado con un premio en el Festival de Sundance en 2009. Pero este enero, pese al intento de prohibición de marineros y sus jefes, han podido acceder a las escenas más sangrientas de la caza, que las autoridades de Japón califican de "tradicional".
Según los cálculos oficiales del sindicato de marineros de Taiji, cerca de 500 delfines fueron cerrados en la bahía este año: cardúmenes enteros, llevados hacia el lugar con el uso de redes. Algunos animales murieron durante la caza, pero más de cuatro centenares fueron ultimados con arpones y cuchillos, tiñendo el mar con su sangre.
Antes de matar al resto de los animales atrapados, los "más atractivos" fueron seleccionados para los parques de mamíferos marinos y delfinarios privados. Pero los activistas dicen que incluso los supervivientes de la matanza son retenidos en unas condiciones terribles, escondidas a los ojos del público. Siguieron en especial el destino de una cría albina que fue separada de su madre y llevada a una piscina, resultando desconocido su probable trágico final.
Al conocer las nuevas imágenes, incluso la embajadora de EE.UU. en Tokio, Caroline Kennedy, no quedó indiferente ante la atrocidad. Mediante un tuit se mostró "profundamente preocupada por lo inhumano que es la matanza de los delfines cazados en masa" en Japón.
Esta matanza de cetáceos, totalmente legítima según las leyes japonesas, es motivo de indignación en todo el mundo. Sin embargo, la vida de un delfín tiene su precio y este llega a unos 200.000 dólares en el mercado.
Tokio sostiene que la carne de delfín y de ballena es parte importante de su dieta desde hace siglos. Pero la mayor parte de los japoneses, encuestados por los activistas, confesaron nunca haber probado la carne de estos mamíferos marinos y que no la perciben como alimento.