Lecciones soviéticas para EE.UU.: Se cumplen 25 años de la salida de Afganistán

Tras la retirada de las tropas soviéticas de Afganistán, el país quedó sumido en una devastadora guerra civil que llevó al derrocamiento del gobierno apoyado por la URSS. Parece que EE.UU. no ha aprendido esta lección histórica en su 'frente' afgano.
El 15 de febrero de 1989 el último soldado de las tropas soviéticas salió de la República Democrática de Afganistán tras una guerra que duró 10 años y costó la vida a casi 15.000 soldados del Ejército Rojo.
 
Ahora, 25 años después de la retirada de los contingentes militares de la URSS, las fuerzas de la ISAF de la OTAN, que están desplegados en el país tras la invasión de 2001, también se preparan para abandonar el país.

Pese a todas las diferencias que existen entre las dos guerras, dada la confrontación bipolar que dominaba las relaciones internacionales en aquellos años, entre las dos campañas hay ciertos paralelismos y lecciones.

 

 
Supuestamente, la Unión Soviética desplegó su ejército en 1979 para apuntalar a un gobierno comunista que había llegado al poder en un golpe de estado el año anterior. Sin la intervención militar, el Kremlin (probablemente con razón) consideró que el gobierno tenía pocas posibilidades de sobrevivir.  
 Es imposible imponer una forma progresiva de gobierno a los campesinos y guerreros sin cambiar una estructura feudal perpetuada a través de milenios 

"El problema clave es que [...] Moscú trató de poner en práctica el progreso en Afganistán con un martillo, lo que no tuvo ningún efecto",  explica a RT Pepe Escobar, periodista y analista de 'TomDispatch'.  

"Es imposible imponer una forma progresista de gobierno a los campesinos y guerreros sin cambiar una estructura feudal perpetuada a través de milenios. Aun después de la salida soviética, y ahora la tentativa de salida estadounidense, el problema persiste", subraya el experto.  
 
Pese a todo, la estrategia del comando soviético —en aquel entonces reprobada por EE.UU. como una represión de las libertades— contemplaba la construcción de infraestructura civil para la posguerra. No en vano, durante 10 años de guerra en Afganistán, la URSS construyó al menos 142 objetos clave para el desarrollo de la economía del país, entre ellos la central hidroeléctrica en la ciudad de Puli Khumri, la represa y la central 'Naglu', varias escuelas y hospitales. Ingenieros rusos, profesores y médicos ayudaron a la construcción de infraestructura del país, y la modernización de su educación y la salud.  


 
Doce años después de la salida de las tropas soviéticas, y con el pretexto de derrocar el régimen radical talibán que refugiaba a los terroristas vinculados con los atentados del 11 de septiembre de 2001, las tropas de EE.UU. protagonizaron una nueva invasión de Afganistán, para enfrentarse a los fundamentalistas islámicos, irónicamente apoyados otrora por Washington para, en palabras de Zbignev Brzezinski, uno de los ideólogos más destacados de la Guerra Fría y consejero de Seguridad Nacional del Presidente Jimmy Carter, "atraer a los soviéticos hacia la trampa afgana". 

Al igual que durante la guerra anterior, después de las éxitos iniciales de la operación 'Libertad Duradera', las tropas de la Alianza se empantanaron en el país centroasiático, incapaces de controlar el vasto territorio del país, centrándose en los centros principales de población y en las vías de comunicación, mientras regiones enteras eran controladas por los talibanes. 
 
Al igual que hace 25 años, la sociedad estadounidense está ya cansada de una guerra cuyos objetivos se han vuelto cada vez más nebulosos y poco convincentes, sobre todo con el telón de fondo del creciente número de víctimas militares en los tiempos de paz y los gastos desmesurados que solo para la economía de EE.UU. llegaron a ser de 700 millones de dólares anuales, según un estudio de la Universidad de Harvard, publicado en 2012. 


 
En el aniversario de la retirada soviética y en las vísperas de la salida de EE.UU., convendría hacer balance y preguntarse qué futuro le espera a la República Islámica de Afganistán. En casi trece años EE.UU. y sus aliados no han logrado imponer una paz duradera ni reconstruir el país, como ponen de relieve los numerosos y cotidianos atentados terroristas. A ello se une la lacra de la producción de opio, que creció bajo la ocupación de la OTAN. 

Pero el mayor reto para Washington está relacionado con la estabilidad del Gobierno actual tras la retirada definitiva de las fuerzas de ocupación. Es obvio que los valores democráticos, al igual que los valores comunistas hace 30 años, no se arraigaron mucho en la sociedad afgana, y existe el riesgo de revancha por parte de los talibanes.  

Sea como fuere, tras dos invasiones realizadas bajo diferentes pretextos (incluido el punto de vista ideológico), Afganistán sigue siendo uno de los países más pobres del mundo, hundido en la inestabilidad y aún más destruido y devastado que antes de las invasiones.