Robert King, exmiembro del Partido Pantera Negra, una organización revolucionaria afroamericana, pasó 29 años en reclusión solitaria en la tristemente célebre prisión de Luisiana llamada Angola. Perdió la vista por falta de estimulación, pero todavía sigue con la determinación de luchar contra la injusticia de esas condiciones. King confiesa que logró mantenerse cuerdo a través de la fuerza de sus convicciones políticas, pero el impacto psicológico se extiende hasta el día de hoy.
Liberado en 2001, todavía se pierde a una o dos manzanas de su casa pero, según dice, "nunca se quebró". No obstante, muchos de los otros 80.000 presos estadounidenses, y otros tantos más en el mundo, que están recluidos en las mismas condiciones (según los datos de la agencia AFP) no son tan afortunados.
Los investigadores, que estuvieron el viernes en la reunión anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia en Chicago, afirman que la mente humana no está concebida para el aislamiento sensorial y social de la reclusión solitaria.
"Privar a alguien de la estimulación visual, la interacción humana, la luz del sol o la actividad física puede cambiar su estructura cerebral en cuestión de días", cita la agencia AFP a Huda Akil, neurocientífico de la Universidad de Michigan. La privación de esos importantes estímulos puede ser tóxica, ya que "una gran cantidad de estructuras en el cerebro realmente se encogen".
"Alrededor de un tercio de los presos estadounidenses en confinamiento solitario sufren enfermedades mentales", reportó Craig Haney, profesor de Psicología de la Universidad de California. Muchos de los que entraron en aislamiento sin males mentales terminan con ellos debido a las severas condiciones que sufren. Entre las consecuencias del aislamiento figuran, por ejemplo, la ansiedad, la depresión y las fobias sociales. El aislamiento incluso estimula a algunos a empezar a escuchar voces.
"Gran parte de lo que somos depende del contacto social", contó Haney. "Cuando sacan a la gente del contacto social, pierden el sentido de sí mismos".
Según explica AFP, el aislamiento como método de control fue un experimento psicológico que se llevó a cabo en el siglo XIX, cuando cientos de miles de prisioneros fueron expuestos al confinamiento solitario con la esperanza de que eso les rehabilitara: volverían sus pensamientos hacia su interior y conocerían a Dios.
Sin embargo, pronto se hizo evidente que el aislamiento realmente condujo a muchos a la locura. La razón por la que todavía el método es tan ampliamente usado en el mundo se basa en que es considerado como la manera más fácil de proteger a los guardias de los prisioneros violentos.