La calma en Ucrania era un espejismo. Los acuerdos de los últimos días entre manifestantes y Gobierno quedaron reducidos a cenizas en menos de 24 horas, al igual que los deseos del presidente del Parlamento nacional, Vladímir Ribak, que anteriormente subrayó una vez más que las negociaciones eran posibles, "pero solo si terminan la violencia y las provocaciones de los manifestantes".
No iba a ser así. El martes se convirtió en el día más sangriento desde el inicio de la crisis. Granadas ensordecedoras, cócteles molotov e hileras de humo volvieron a recobrar protagonismo en el centro de la capital ucraniana. Y cada vez con mayor respaldo, ya que son más los manifestantes que se decantan por ignorar una salida dialogada.
Así, un manifestante ucraniano dijo a RT: "Al principio pensé que no se debía actuar violentamente porque somos ciudadanos. Yo soy músico, no es mi trabajo hacer esto, pero ahora siento que lo tengo que hacer".
Con el paso de las horas del martes, la violencia no solo era coto privado de Kiev, sino que se extendía a las regiones más occidentales del país, donde se atacaban las sedes del partido del Gobierno.
Mientras tanto, miles de manifestantes son los que se mostraban maltratados por el presidente Yanukóvich. Según una opositora entrevistada en Kiev, "la gente está aquí porque quiere luchar por sus derechos y ellos nos quieren moverse. Pero estaremos hasta el fin. Yo he estado aquí desde hace 3 meses. No tengo miedo porque es por el pueblo, por Ucrania, por mi familia".
Un fin que intentaron poner los antidisturbios a los 3 meses de acampadas en Maidán, el corazón de las protestas. Lo hicieron con un ultimátum: o abandonaban la plaza o utilizarían la fuerza. La tensión se elevó al igual que el número de heridos.
Tras varias horas de enfrentamientos entre los manifestantes y los antidisturbios, la plaza principal capitalina envuelta en llamas se ha convertido en un símbolo de cómo se encuentra en estos momentos Ucrania.
La escalada de violencia tocó una nueva cota en este conflicto. No parecen quedarle muchas salidas pacíficas a la crisis, lo que hace que el momento para la política, sea ahora o quizá luego, ya haya pasado.
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