A medida que la protesta ucraniana fue evolucionando lentamente de una pacífica manifestación en favor de la adhesión a la UE a una ola de violencia fuera de control, parece que el presidente ucraniano estaba preocupado fundamentalmente por dos cosas: mantenerse en el poder y evitar la responsabilidad.
"Mucho depende de la voluntad del presidente Yanukóvich. Hasta ahora no ha demostrado las cualidades necesarias para tomar control de la situación", dijo Veronika Krashenínnikova, directora del Instituto de Investigación e Iniciativas de Política Exterior, un 'think-tank' político. "Así que lo más probable es que la situación siga deteriorándose. El caos se continuará extendiendo en Ucrania", agregó.
Yanukóvich podría haber actuado con decisión de dos formas: una, dimitiendo y llamando a elecciones anticipadas, sometiendo así el futuro de Ucrania a referéndum, a costa de su aspiración personal a la reelección. La segunda, haber reprimido las protestas con la intervención decidida del orden público, con independencia de las críticas que ello hubiera suscitado tanto dentro como fuera del país.
El presidente de Ucrania no eligió ninguna de esas dos opciones, sino que realizó una serie de movimientos que han sido descritos como "demasiado poco y demasiado tarde".
"Yanukóvich estaba desesperado por mantenerse en el poder. Él estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para ello. Incluso a hacer concesiones que sabía que quebrarían su propio país", comentó el analista geopolítico Eric Draitser a RT.
Sus decisiones pueden tener graves consecuencias para el conjunto de Ucrania. Aunque la oposición moderada pretende aparentar que ha logrado el poder, quienes han mandado en realidad son los combatientes radicales, que han logrado la huida de Yanukóvich y su destitución por parte del Parlamento. Los mismos extremistas que también abucheaban a los líderes de la oposición cada vez que volvían de las conversaciones con el presidente para anunciar nuevas concesiones, exigiéndoles más y más.
Parte de la culpa de la sangrienta crisis, que ha costado más de 80 vidas y que ha puesto al país al borde de la guerra civil, la tiene la oposición moderada, que no ha sido capaz de demostrar la suficiente decisión y solvencia como para aunar a todas las fuerzas opositoras bajo su control y llegar a un acuerdo sostenible con el Gobierno.
Tampoco los Gobiernos extranjeros están exentos de culpa, por azuzar a las multitudes contra el mandatario ucraniano y haciendo la vista gorda ante los radicales, que han incendiado las protestas extendiendo la violencia, si bien la responsabilidad última es de Yanukóvich, que no ha sabido cumplir con su deber como líder del país.