Los planes de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) de llevar las armas químicas de Siria a Italia para que luego un buque de EE.UU. las deposite en aguas internacionales del Mediterráneo han provocado que algunos se pregunten si este procedimiento es seguro.
No en vano se preocupan, pues pescadores italianos que trabajan en la costa del mar Adriático se quejan de problemas respiratorios, de sensación de ardor en los ojos y de la aparición de forúnculos rojos en el cuerpo. La causa es la exposición al gas mostaza de armas químicas vertidas en los mares de Europa en combates del pasado. Italia no es el único país que se enfrenta a este legado tóxico de las guerras, pues millones de municiones químicas sin explotar permanecen en el fondo del mar desde el Báltico hasta el mar del Norte, informa Euronews.
Y es que las partes metálicas de la enorme cantidad de bombas que se encuentran en el fondo del mar se corroen con el tiempo, mientras que los químicos que se desprenden contaminan el agua. Se cree que un buque EE.UU. con un cargamento secreto de gas mostaza fue hundido por un bombardero alemán en el puerto de Bari en 1943 durante la Segunda Guerra Mundial. Entre otras municiones que contaminan el mar se incluyen productos químicos de Mussolini, así como bombas con uranio empobrecido lanzadas por aviones de la OTAN durante el conflicto de Kosovo de 1999.
Por otro lado, se calcula que hay unas 35.000 toneladas de municiones químicas de la Primera Guerra Mundial a unos 500 metros de la costa de Bélgica, donde la pesca y la natación están prohibidas, aunque los científicos afirman que las municiones están enterradas de manera segura. En total, se estima que hay unos 1.600 millones de toneladas de municiones en el mar Báltico y más de 1.300 millones de toneladas en el mar del Norte.
Aunque la mejor opción sería sacar las bombas químicas del mar, los
problemas —dicen los expertos— pueden surgir una vez que estén en la
superficie. Además de que la operación de limpieza de las bombas es muy costosa, requiere una gran cantidad de tiempo y de personal, motivos suficientes para que las autoridades europeas prefieran dejarlas donde están.