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Murió 'la voz del deshielo' soviético

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"Váyase, señor Voznesenski, a donde sus amos. Le ordenaré a (Alexandr) Shelepin (jefe del KGB) que le firme un pasaporte para que se vaya al exterior", profirió Jruschov en un discurso en una reunión con artistas.
Murió 'la voz del deshielo' soviético

"Váyase, señor Voznesenski, a donde sus amos. Le ordenaré a (Alexandr) Shelepin (jefe del KGB) que le firme un pasaporte para que se vaya al exterior", profirió Jruschov en un discurso en una reunión con artistas.

A pesar de estas exclamaciones del jefe soviético, el poeta Andréi Voznesenski conseguía llenar estadios, porque “su maestría libre en poesía, reflejaba la necesidad de la libertad de ideas y la libertad  vital” lo que coincidía con las aspiraciones de los soviéticos, cansados del estilo banal de la literatura de las primeras décadas de la URSS.

Andréi Voznesenski, uno de los grandes poetas rusos y figura emblemática del 'deshielo' soviético postestalinista de la década de los 60, falleció a los 77 años el 1 de junio. “Murió el poeta que liberó a la literatura soviética del estilo banal y que cargó de energía a toda una generación”, destaca el critico ruso Victor Yeroféev.

Nació el 12 de mayo de 1933 en Moscú. A los 14 años envió sus letras al gran poeta y escritor ruso Boris Pasternak (autor de ‘Doctor Zhivago’, y galardonado con un premio Nobel), que le invitó a su casa, lo que marcó toda la futura carrera del joven poeta.

Sus primeros poemas fueron publicados en 1958, reflejando su estilo único. Sus estrofas se caracterizan por la excentricidad de las metáforas, por un sistema rítmico complejo y por los efectos sonoros. Pero “sus experimentos en literatura siempre se basaban en un profundo entendimiento de la tradición literaria rusa”, según destacó el representante del presidente ruso encargado de las relaciones culturales internacionales, Mijail Shvidkoi.

Los críticos oficialistas acusaban a Voznesenski por su formalismo y por crear poesías 'antisoviéticas', pero por aquellos tiempos, las veladas poéticas congregaban a gran cantidad de público en la Unión Soviética, donde el entonces líder comunista, Nikita Jruschov, arremetía contra el culto a la personalidad de su antecesor en el Kremlin, Iósif Stalin.

Eran los años 60, el año del 'deshielo' soviético y la publicación del primer libro de Voznesenski, ‘Mosaico’, que provocó la destitución del director de la editorial, pero catapultó al poeta a la cima de la popularidad. En esta época, Voznesenski viajó con frecuencia al extranjero: a EE. UU., Francia, Alemania, Italia y otros países. Sus viajes se convirtieron también en sus poesías.

Andréi Voznesenski junto con Evgeny Evtushenko y Bella Ajmadulina llenaban con sus poesías los estadios, salones de conciertos y universidades. Sin embargo, poco después todos ellos caerían en desgracia. 

Una colección de sus poemas, ‘Antimiry’ (los ‘Contra-mundos’) sirvió como base para un famoso espectáculo  en el Teatro de Taganka en 1965.

“Vanguardista ilustre, que trajo el mundo entero a mi vida. Con sus poesías estremecía los pilares de la sociedad soviética”, destaca Alexei Ribnikov, el compositor de la música de la ópera-rock ‘Yunona y Avos’, con libreto de Andrei Voznesenki. Es una de las óperas-rock más famosas de Rusia, un éxito que no cesa desde su estreno en 1981.

La partitura está basada en una historia real del conde Rezánov, de 42 años, estadista ruso que promovió la colonización por parte de Rusia de Alaska y California y de Conchita Arguello, de 16 años, la niña del comandante de San Francisco. Ambos se conocieron en California en el año 1806. Rezánov tuvo que volver a Alaska y después a San Petersburgo para pedir al zar el permiso de matrimonio con la joven, que era católica. Pero murió tras una enfermedad. Conchita no se creyó su muerte. Sólo en 1842 le entregaron las pruebas. Ella dejó de hablar completamente y en unos años se internó en un monasterio dominicano. Pasó allí 20 años y murió en 1857. Casi 150 años después, en el año 2000, el alcalde de la ciudad californiana, donde está enterrada Konchita, llevó un poco de la tierra de su tumba a Krasnoyarsk, al sepulcro de Rezánov. En la cruz que está sobre la tumba del conde se puede leer: "Nunca te olvidare–Nunca te veré".

Voznesenski subrayaba que su poema y su ópera, basada en aquel, no es un documental: “El autor no es presa de tal arrogancia e imprudencia como para mostrar a los personajes reales basándose en tan poca información sobre ellos y así ofenderles con la aproximación. Sus imágenes, tanto como los nombres, sólo son un eco caprichoso de los destinos conocidos. Y la tragedia de la mujer mísitica, ensuciada por dogmas superiores, no se puede probar, aunque es verdadera. "Porque los dogmas de la sociedad, pisotean el sentimiento y la vida viva, no es correcto".

A su ópera-rock le puso el escenario del Teatro Lenkom su director, Marc Zajárov.

“Andréi Voznesenski pudo manejar las palabras a su propio modo, como nadie. Las destornillaba, batía, embrujaba de un modo enigmático con las palabras que se convirtieron a veces en torpes o cariñosas o ardientes o esperanzadoras o negadoras”, destaca Zajárov.

Voznesenski traducía mucha literatura y escribía ensayos sobre literatura y arte. Además creaba poesía visual, cuyas exposiciones tuvieron éxito tanto en Moscú, como en París, Nueva York y Berlín. Sus ‘vídeopoemas’ se presentaban como poesías unidas con dibujos, fotografías, composiciones de texto en ciertas formas, por ejemplo en la forma de la cruz.

La gente ajena a la poesía, recuerda a Voznesenski gracias a su poema en el que se basa la popular canción  ‘Un Millón de Rosas’.

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