A partir de la administración de Bill Clinton y con el apoyo de los presidentes posteriores y el Congreso, Occidente, liderado por EE.UU. ha movido inexorablemente su poder militar, político y económico cada vez más cerca de la Rusia postsoviética.
Durante el primer conflicto entre Rusia y Occidente sobre Ucrania, causado por la Revolución Naranja en 2004, el columnista republicano Charles Krauthammer reconoció que "se trata en primer lugar de Rusia" y no de la llamada 'promoción' de la democracia por parte de EE.UU. "Occidente quiere terminar el trabajo iniciado con la caída del muro de Berlín y continuar la marcha de Europa hacia el este. El gran premio es Ucrania", escribió.
Putin no comenzó ni quiere esta crisis. Tampoco inició esa guerra fría que se está desarrollando, inspirada en Washington años antes de su llegada al poder
Según Cohen, "ninguna de las declaraciones de Washington disminuye la creencia razonable de Putin de que tanto el acuerdo comercial de la Unión Europea como el derrocamiento de Yanukóvich tras las protestas violentas pretende romper los lazos que durante siglos han existido entre Ucrania y Rusia e incorporarla a la OTAN". El profesor cree que la crisis actual fue desencadenada por el ultimátum imprudente de la UE, que obligó al presidente de un país profundamente dividido a elegir económicamente entre Occidente y Rusia.
Cohen señala que incluso si el resultado de esa crisis es el llamado 'aislamiento de Rusia', que ya parece ser un mantra actual de Occidente, las consecuencias serán nefastas. Las sanciones no solucionarán la crisis, sino que exacerbarán la situación. Moscú no cederá en sus posiciones y a su vez va a girar política y económicamente al este, hacia una alianza más profunda con China. Así, EE.UU. se arriesga a perder un socio esencial en varias áreas vitales de su propia seguridad nacional: desde la amenaza de una nueva carrera armamentística a la proliferación nuclear o el terrorismo.
Una posible salida diplomática
El académico estadounidense asegura que una salida diplomática todavía es posible de encontrar. "Putin no comenzó ni quiere esta crisis. Tampoco inició esa guerra fría que se está desarrollando, inspirada en Washington años antes de su llegada al poder", indica Cohen, que subraya que por lo tanto, los políticos occidentales deberían tomar en serio que "hay dos lados en cada historia".
Cohen se pregunta si Putin tiene razón afirmando que Rusia "tiene sus propios intereses nacionales que deben ser considerados y respetados", particularmente cerca de sus fronteras. Si la respuesta es no, continúa el profesor, la guerra es posible. Pero si la respuesta es sí, las propuestas formuladas por el Ministerio de Relaciones Exteriores podrían ser el punto de partida para unas negociaciones.
Estas propuestas requieren, entre otras cosas, un grupo de contacto entre EE.UU., Rusia y la UE que presione para el desarme inmediato de las milicias en Ucrania; una nueva Constitución federal que dé más autonomía a las regiones prorrusas y prooccidentales; unas elecciones presidenciales y parlamentarias bajo supervisión internacional; un Gobierno política y militarmente neutral, es decir, fuera de la OTAN; y el mantenimiento de las relaciones económicas ruso-ucranianas esenciales para ambos países.
"La reacción del Gobierno de Obama a las propuestas de Moscú, que apenas ha reconocido públicamente, es menos que adecuada", según el académico. Aunque sí se acepta la necesidad de algún tipo de nueva Constitución federal de Ucrania y de la celebración de comicios presidenciales, la Casa Blanca se opone a nuevas elecciones parlamentarias. Tampoco está claro si Obama comparte la grave preocupación de Putin de que las milicias armadas estén desestabilizando aún más el país.
"Por lo tanto, mucho depende ahora de Obama que tendrá que ser capaz de repensar una política bipartidista de 20 años que ha llevado al desastre, y además deberá hacerlo en un Washington rabioso y en una atmósfera rusófoba", concluye Cohen.