¿Cuál es el límite entre traicionar la seguridad nacional e informar al pueblo sobre cómo está trabajando su propio gobierno? A James Risen, corresponsal sobre temas de seguridad nacional para el New York Times, le obligan a revelar sus fuentes o terminar tras las rejas.
En 2006 publicó un libro donde ventila varias operaciones del servicio de inteligencia estadounidense para frenar el programa nuclear iraní. Ahora, las autoridades le recomiendan abstenerse rigurosamente de hacer entrevistas sobre el tema.
Según otro corresponsal del New York Times, este asunto ya fue litigado. El colega de Risen notó que el caso pasó por varios juicios durante el gobierno de Bush y la nueva administración de Barack Obama parece seguir el mismo rumbo. Lichtblau hizo una serie de sensacionales revelaciones, incluyendo el programa de escuchas injustificadas de la administración de Bush. Confiesa que la confidencialidad es clave en su trabajo ya que sus informantes arriesgan su vida revelando lo que ocurre tras bambalinas.
Lichtblau comparte el punto de vista que existe en el mundo del periodismo: los periodistas que hablan sólo de lo que les dice el gobierno pierden su independencia y su papel para ofrecer una información imparcial como supervisores del mismo.
La lucha de Obama contra las filtraciones de información fue aplaudida por la mayoría de los partidarios del secretismo en los asuntos gubernamentales; incluso ellos se sorprendieron.
Para el escritor Gabriel Schoenfeld resulta muy sorprendente que la administración de Obama, al llegar al poder, reclamara más transparencia en el gobierno pero, al mismo tiempo, adoptara decisiones inesperadas en cuanto a la difusión de la información secreta.
Mientras tanto, Obama, con una nueva ley en la mesa, posiciona a los Estados Unidos como un centinela de la libertad de expresión en el mundo.
Así, están poniendo atención a cómo están operando otros gobiernos.
Bajo esta situación solo una cosa permanece confusa: si el departamento de Estado va a prestar atención a sus propios asuntos, o seguirá forzando a los periodistas estadounidenses a escribir solo lo que quiera.
Probablemente no habría discusiones sobre los abusos de Guantánamo o las cárceles secretas de la CIA si no se hubiera filtrado la información, pero la presión continúa. Hay que recordar además que la prensa no sería necesaria si sólo informa sobre las cosas disponibles para el público en general.