Merkel llega a la Casa Blanca por primera vez desde que se reveló que la inteligencia estadounidense espía sus comunicaciones personales. Sin embargo, el tema del espionaje masivo de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), que afectó también a millones de ciudadanos alemanes, quedaría en un segundo plano.
La prensa internacional cree que Obama intentará convencer a Merkel de emplear sus vínculos económicos con Rusia como una herramienta de castigo. Pero surgen serias dudas al respecto, y es que la amistad entre EE.UU. y Alemania se agrieta a la hora de imponer sanciones contra Moscú.
Precisamente, la primera fractura notable se detectó tras las revelaciones del espionaje de la NSA, pero la principal 'piedra de tropiezo' es la actual crisis ucraniana y los movimientos de la política internacional al respecto.
Washington agudiza su retórica antirrusa y se empeña en imponer cada vez más sanciones contra Moscú, basándose en sus intereses hegemónicos y esperando el apoyo de sus aliados europeos, quizá para cercar a Rusia.
Sin embargo, este respaldo europeo parece no ser tan evidente. Detrás del consentimiento tácito de esta estrategia por parte de la Unión Europea a la hora de aprobar una parte de las sanciones, se esconde una cautelosa abstención e indecisión de sus miembros. Y Merkel está entre los líderes del bloque que han anunciado su preferencia por una postura menos belicista y agresiva.
La razón radica en el volumen de comercio entre el bloque comunitario y Rusia, que en el año 2012 ascendió a 370.000 millones de dólares.
De hecho, algunas de las principales figuras corporativas germanas ya se han pronunciado contra una posible escalada de las sanciones, debido a que haría más daño que bien a la economía alemana.
Hasta ahora, EE.UU., la UE, Canadá y Japón han impuesto sanciones a Rusia por su presunta participación en los disturbios en el este de Ucrania. Moscú niega estas acusaciones y culpa a Washington de orquestar la crisis ucraniana como parte de su estrategia geopolítica en la región.