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Ansiedad en el aula

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En la provincia de Moscú hay una escuela en la que gracias a los psicólogos los niños disléxicos superan sus temores y comienzan a disfrutar de una vida plena.

En la provincia de Moscú hay una escuela en la que gracias a los psicólogos los niños disléxicos superan sus temores y comienzan a disfrutar de una vida plena.

Los que padecen dislexia se pasan la vida sufriendo la incompresión de los demás. Sufren baja autoestima y depresión.

La dislexia es un trastorno de la lectura que imposibilita su comprensión correcta. A veces el término se aplica también a la dificultad para una correcta escritura (los médicos llaman a este caso con otro término, la disgrafía).

En Rusia el problema de la dislexia no tiene una resonancia tan grande como en Occidente. Por eso numerosos niños se enfrentan a la incomprensión y las burlas.

Tatiana Goguadze, psicóloga y especialista en dislexia, dice que muchos afectados por este trastorno son tratados como estúpidos y perezosos. "En Rusia se discute poco el problema de la dislexia, y los padres son los primeros en ignorarlo", explica Tatiana.

No obstante, en Rusia poco a poco se abren más clínicas especiales que los ayudan a superar sus temores y disfrutar de una vida plena.

En una escuela especializada que se ubica cerca de la capital rusa, los niños con trastornos de la lectura luchan por conseguir entendimiento en las aulas y vencer sus complejos, con el apoyo de psicólogos y familiares.

Parece que esta escuela no se diferencia de cualquier otra, pues en cada clase hay varios alumnos sobresalientes y varios menos destacados. Pero aquí profesores y psicólogos, junto con niños y familiares, sostienen una lucha diaria contra la frustración que causa esta enfermedad.

Por ejemplo, el caso de Grisha, un adolescente de doce años, que resultó ser excepcional. Marina Volchek, directora de esta escuela para disléxicos, dice que los profesores debían dedicarle a Grisha demasiada atención. "En la clase con 30 estudiantes, aproximadamente, esto frena mucho el proceso educativo", comenta la directora.

Sin embargo, Grisha no es culpable de sus malos éxitos en los estudios. El chico padece una forma de dislexia, una innata discapacidad para aceptar la información escrita.

La dislexia no permite a Grisha leer palabras conocidas de manera global sin dividir la palabra en partes, lo que lleva a dificultades en todas aquellas palabras no conocidas.

La madre de Grisha, Svetlana, siempre se extrañaba por las dificultades con que se encontraba el chico. "Solía perder la paciencia y me enojaba con mi hijo. Y él tenía un nivel muy bajo de autoestima por tener problemas en la escuela", dice Svetlana.

Grisha recuerda que odiaba salir a la pizarra cuando le preguntaban algo. Ahora el joven estudia en casa con un maestro personal y espera volver a su escuela el año que viene.

Estas escuelas y clínicas especializadas actualmente se abren por todo el país. Sin embargo, el problema no podrá ser resuelto sin el apoyo significativo del Gobierno ruso.

En caso contrario, muchos chicos se quedarán derrotados para toda su vida por la incomprensión de los que no pueden o no quieren entender su singularidad.

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