El matemático de San Petersburgo, Grigori Perelman, reiteró irrevocablemente su rechazo a recibir el premio de un millón de dólares otorgado por el Instituto Clay de Matemáticas por haber resuelto la ‘conjetura de Poincaré’. A este enigma, que había ocupado el pensamiento de muchos aficionados y científicos desde 1904, le debe su fama en el mundo el científico.
La respuesta que ideó y dio a conocer el pasado marzo apareció expuesta en la página web del prestigioso organismo estadounidense fundador de los siete premios que corresponden a los denominados ‘problemas del milenio’. El galardón quedará sin dueño en este caso.
Cuando del 8 al 9 de junio la institución llevó a cabo su conferencia en París dedicada al descubrimiento de Perelman, todavía se conservaba la esperanza de que su héroe principal cambiara de opinión, se presentara y aceptara la suma ofrecida. Su ausencia no impidió que el presidente del Instituto reconociera "un inmenso avance en matemáticas" que atribuía al investigador ruso, refiriéndose a su solución de la conjetura de Poincaré.
Este viernes Perelman explicó su postura de forma exhaustiva, aunque breve, a la agencia de información rusa Interfax: “Sabe usted, yo tenía bastantes motivos a favor y en contra. Por eso he tardado tanto a la hora de decidir". "Para decirlo en pocas palabras, la razón principal es mi discrepancia con la comunidad matemática organizada. No me gustan sus decisiones, considero que son injustas. Creo que el matemático norteamericano Richard Hamilton ha hecho una contribución tan importante como la mía a la resolución de este problema”.
Cualesquiera que sean los motivos reales de esta decisión, no es la primera ocasión en la que rechaza algún reconocimiento público por sus aportaciones a la ciencia. En 2006 Grigori fue galardonado con la medalla Fields de la Unión Matemática Internacional dotada con 9.500 euros. Entonces, al aceptar la medalla, -considerada otro Nobel en las matemáticas- rehusó de nuevo recoger el dinero. Y también se sabe que había rechazado en 1996 el premio del Congreso Europeo de Matemáticas.
La conjetura resuelta representaba una prueba que permitía definir en el lenguaje algebraico si existía una forma concreta que podría considerarse una esfera en tres dimensiones. La superficie de la Tierra o una cáscara de naranja resultaban paradójicamente esferas en dos dimensiones situadas en un espacio de tres dimensiones.