En principio, recuerda el analista en un artículo publicado por la revista 'Forbes', la táctica de la disuasión fue una respuesta al desafío nuclear. "No obstante —dice—, con el tiempo los proyectistas militares empezaron a aplicarla a otros tipos de agresiones. Actualmente hace acto de presencia en declaraciones oficiales sobre las ambiciones territoriales de China, el terrorismo global o la seguridad cibernética".
En la época de la Guerra Fría, cuando los dos rivales tenían armas de destrucción masiva, la disuasión tenía sentido, porque ambos lados buscaban la manera de evitar un conflicto y no de desatarlo. En cambio hoy en día los enemigos, supuestos o reales, con los que tiene que lidiar Washington son muy diferentes y no siempre se entiende bien cuáles son sus objetivos.
1. Cada vez menos enemigos encajan con el modelo de 'actor racional'
Cuando la teoría de la disuasión fue sistematizada por economistas y matemáticos en laboratorios de ideas como la Corporación RAND se suponía que los adversarios eran racionales, considera Thompson. "No había ninguna alternativa: nadie sabe cómo modelar la locura idiosincrásica". Pero algunas de las fuerzas y de los líderes nacionales que preocupan actualmente a Washington, como Estado Islámico o Kim Jong-un, no se ajustan a lo que Occidente considera un comportamiento cuerdo.
2. La disuasión requiere información que EE.UU. a menudo no tiene
El historial de la Inteligencia estadounidense en lo que se refiere a la anticipación de amenazas es muy pobre. Los servicios especiales, sostiene el analista, igualmente 'marraron' en el caso de Pearl Harbor, la invasión de Corea del Sur por las tropas norcoreanas en junio de 1950, la crisis de los misiles (en torno a Cuba), la ofensiva del Tet (en Vietnam), la invasión de Kuwait por Saddam Hussein y los ataques del 11-S.
"Si ni siquiera es posible predecir cuándo un país va a atacar a otro, ¿cuántas probabilidades hay de determinar con exactitud cuál es su pensamiento para disuadirlo de realizar acciones no deseadas?", se pregunta el autor.
3. Es complicado mantener atemorizados a los adversarios escurridizos
Disuadir significa amenazar con que toda acción indeseada generará inevitablemente una venganza. Lo que disuade a un potencial agresor es el miedo a consecuencias horribles. Pero los rivales de hoy no tienen ninguna dirección fija que permita apuntar para rendirle el castigo justo. Los enemigos de EE.UU., según solía decir Mao Zedong, "se mueven entre la muchedumbre como un pez nada en el mar", afirma Thompson.
4. No se sabe si la disuasión funciona hasta que falla
El destacado filósofo de la ciencia Karl Popper insistió en que no se puede comprobar una teoría científica, solo puede refutarse. Lo mismo puede decirse de la disuasión. Solo especulamos y nos engañamos sobre los efectos que produce nuestra amenaza en organismos como Al Qaeda. "Hasta que no aprendamos a leer los pensamientos no podremos afirmar si es posible o no disuadirlos".
5. Una disuasión eficaz requiere ser más decidido de lo que es Washington
Según una doctrina conocida como 'disuasión ampliada', Estados Unidos proporcionan garantías de seguridad a una amplia serie de naciones extranjeras. La credibilidad de estas garantías depende no solo de las capacidades militares que tiene Washington, sino de su voluntad de emplearlas. Pero los electores estadounidenses no quieren que su país se implique militarmente en conflictos como el de Siria o de Ucrania, y no solo el Gobierno de EE.UU "lee las encuestas", sino que también sus adversarios lo hacen. Mantener la disuasión cuando todo el mundo sospecha que EE.UU. no quiere actuar es una "misión imposible", dice el analista.
Las conclusiones que Thompson saca de esta observación son más belicosas que pacifistas. "La actual estrategia estadounidense confía demasiado en la disuasión, mientras que su factibilidad es cada vez más dudosa a la hora de enfrentarse con adversarios emergentes. Llega a ser una excusa para la inacción incluso en casos en los que se puede aplastar al enemigo en los conceptos más tradicionales de la defensa". Propone a la Casa Blanca pensar más a fondo en cómo proteger la nación en lugar de esperar a que la disuasión vuelva a fallar, como a buen seguro hará.