El sistema de estados-naciones empujado por los países de Occidente tras la disolución del Imperio otomano nunca contó con las diferencias históricas, nacionales y religiosas de los habitantes de la región, opina el exdirector general del Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel y profesor de Ciencias Políticas en Jerusalén Shlomo Avineri, citado por 'Vestifinance'.
Tanto Irak como Siria lograron conservar su estatus de estados unitarios solo hasta las intervenciones de Occidente, que reintrodujeron la lucha interna de varios grupos de poder. Como resultado, ahora sería muy difícil imaginar un Irak unido, ya que el Estado Islámico se ha manifestado en el norte del país y el Kurdistán iraquí está caminando hacia la independencia, opina el politólogo israelí.
Aunque es poco probable que el califato del Estado Islámico se convierta en un verdadero país, su radicalismo destructivo va a influir en la situación política en la región: los grupos de yihadistas armados se infiltran en países vecinos y presentan una amenaza a su frágil estabilidad, opina el experto.
El proceso de desintegración también se refleja en otras excolonias musulmanas. Sudán, un país multinacional y multiconfesional creado artificialmente por los británicos en torno a 1890, está sacudido por conflictos civiles perpetuos, incluyendo la separación reciente de Sudán del Sur. Libia, tras la muerte de Muammar Gaddafi, está sumergida en el caos, lo que podría resultar en la secesión de Tripolitania y Cirenaica, provincias muy diferentes culturalmente, explica Avineri.
De todos los países de Oriente Medio solo Egipto logró crear una identificación nacional que califica de egipcios tanto a los musulmanes como a los cristianos. Sin embargo, esta situación no se debe a los procesos democráticos, sino a los gobiernos autoritarios que empujaron el secularismo deliberadamente, afirma el politógo.
Para Europa, llegar a la estabilidad política costó varios siglos de conflictos y dos guerras mundiales. Para Oriente Medio el coste sería algo menor, pero la idea de que sus nuevos países serían semejantes a los europeos es falsa, concluye el experto.