El asesinato de una mujer solo por negarse a dar su número de teléfono y el proceso ulterior sobre seis delincuentes —supuestos miembros de la secta religiosa violenta prohibida que responde al nombre de 'Iglesia del Dios Todopoderoso'— han llevado a una intensificación de los esfuerzos de China por oponerse a la expansión de los cultos destructivos, afirma 'The Economist'.
El Gobierno chino llevaba a cabo hace tiempo campañas mediáticas y sociales para frenar el crecimiento de los cultos destructivos, pero para combatir las sectas agresivas que podrían expandirse rápidamente en China se debate una posible legislación anticultos que defina los límites transparentes entre una práctica religiosa y una actitud delincuente.
La actitud resuelta del país radica en la historia de violencia por parte de los cultos agresivos, ya que en el siglo XIX la popular secta Taiping rebeló de manera sangrienta contra la dinastía Qing, casi causando el derrumbe del país. La historia reciente también goza de un ejemplo en el que una secta de crecimiento rápido, Falun Dong, ganó mucha popularidad en los años 90 y fue prohibida tras un período de tensiones con las autoridades chinas.
La 'Iglesia del Dios Todopoderoso' también conocida como 'Iluminación de Oriente' —el culto al que pertenecen los culpables del— surgió en los años 90. El grupo no oculta su actitud negativa hacia el Gobierno de China, tachándolo de "Gran Dragón Rojo", mientras los medios de comunicación destacan un proceso de conversión agresivo. En el marco de la investigación de sus actividades, las autoridades chinas detuvieron en torno a 1.000 seguidores de la secta.